Autor X | El Ruido y la Furia (Pero Principalmente el Ruido): Para Quién Coño Escribimos Cuando Nadie Lee


[Sin imagen por favor]


 Introducción: El Elefante en la Sala Literaria

Imagina esto: pasas tres años escribiendo una novela. Tres años de madrugadas ahogadas en café barato, de relaciones humanas sacrificadas en el altar de "es que estoy en pleno climax narrativo", de dudas existenciales cada vez que la palabra "prosa" aparece en pantalla. Finalmente, la publicas. Tus doce lectores (tu madre, tu ex, cuatro amigos compasivos, un bot de Goodreads y tres trolls que confundieron tu libro con un manifiesto anarquista) te dejan reseñas del tipo: "Interesante, pero se parece un poco a ese otro libro que no he leído".


Entonces, la pregunta obligada, la que duele como un cálculo renal: ¿Para qué sirve escribir si nadie lee?


2. La Fantasía del Lector Ideal (Y Por Qué Es una Mentira)

Todos los escritores —incluido el que esto escribe— tenemos escondido en un cajón mental al Lector Ideal. Ese ser mitológico que subraya frases con devoción, que detecta tus referencias ocultas a Finnegans Wake, que llora en el momento exacto en que tú lloraste al escribirlo.


Pero aquí está el problema: el Lector Ideal no existe. O, si existe, está demasiado ocupado reblogeando memes de Kafka o discutiendo en Twitter por qué *2666* es mejor que Los detectives salvajes (spoiler: no lo es).


La verdad incómoda es que escribimos para un público que, en el mejor de los casos, nos lee a medias. Y en el peor, para nadie. Lo cual nos lleva al núcleo del asunto:


3. La Paradoja del Escritor Sin Lectores (O: "¿Esto Es Arte o Un Grito en una Habitación Vacía?")

A. El Escritor como Mártir del Ego

Escribir sin lectores es como actuar en un teatro donde las butacas están llenas de fantasmas. Lo hacemos porque, en el fondo, creemos que nuestras palabras merecen existir, incluso si solo las ve el algoritmo de Amazon. Es un acto de fe narcisista: "Alguien, algún día, entenderá".


Pero cuidado: el narcisismo literario es adictivo. Primero escribes para "dejar huella", luego para ganar un concurso de relatos en un pueblo que ni siquiera tiene librería, y terminas obsesionado con las estadísticas de visitas de tu blog como si fueran el latido de un corazón moribundo.


B. La Literatura como Ritual Privado (O: "El Onanismo de las Palabras")

Hay una teoría inquietante: escribimos porque no sabemos hacer otra cosa. No por talento, sino por incapacidad para lidiar con el mundo real. La página en blanco es nuestro refugio patológico, un lugar donde controlamos cada coma, cada giro de trama, cada personaje que —a diferencia de las personas reales— no nos decepciona.


¿Es esto malo? No necesariamente. Pero conviene recordar que Kafka pidió que quemaran su obra. Y no porque fuera modesta, sino porque entendía el sinsentido de crear algo que, en última instancia, nadie entendería como él.

5. Conclusión: Un Mensaje en una Botella (Para Nadie y Para Todos)

Al final, escribimos por la misma razón que Robinson Crusoe grababa fechas en una tabla: para no volvernos locos. Para creer que, en algún lugar, hay otra isla, otra persona, otro náufrago que entenderá este mensaje.


¿Es suficiente? No. Pero es lo que hay.


Así que sigue escribiendo, aunque solo lo hagas para el futuro fantasma de ti mismo que releerá estas palabras y se preguntará: "¿En qué demonios estaba pensando?".


Autor X

"Firmado con tinta invisible desde el apocalipsis cultural"


PD: Si este artículo no llega a nadie, al menos habré entretenido a mis propios demonios internos. Lo cual, técnicamente, ya es un público.


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