Salvador Dalí
1
ELLA
¡Que
me bese con los labios de su boca! Es tan galante y tan apuesto que todas las
chiquillas estábamos locas porque nos mirara con esos luceros, porque nos
hiriera con los cuchillos de sus manos. Queríamos que nos mostrara el camino, que
nos llevara a su habitación y derramara su savia caliente en nuestro vientre.
Cómo no iban amarle las chiquillas si su voz era la de un vaquero perdido y su
paso el de un fauno enjoyado.
¡Oh! ¡Qué deliciosos besos tiene su
boca! Qué ardiente es cuando me toma de la cintura y me embriaga con su alcohol
concupiscente. Yo fui una de esas chiquillas. Era muy joven cuando él vino y me
tomó. No dijo nada. Yo no dije nada. Solo lo había mirado escondida. Pero él
vino y me tomó como una hembra hambrienta. Es tan varonil. Yo apenas era mujer
y me llevó a sus delicias. De entre todas él me eligió a mí y yo lo elegí a él.
¿Cómo no elegirlo si era tan bueno y tan sexy? Soy morena y bajita, pero él me
eligió a mí antes que a otras blancas y rubias.
¿Por qué me elegiste, amado? En mi hogar
no querían que me eligieras y te dieron con otra de mi casa. Yo me quedé sola y
lloré por mi amado. Se lo llevaron para que no lo amara, pero yo siempre lo amé
y él siempre me amó. Ahora en mi casa está el que me quitaron. Dos niños rubios
de mi amado corretean en el corredor. La niña morena que corretea con esos
niños es de mi amado y él lo sabe, se lo dije cuando me lo quitaron, cuando se
lo dieron a otra de mi casa, y me obligaron a mí a ir con otro que no amaba.
Coro
¡Oh! ¡La más triste de las amantes!
Eleva tu voz y dile a tu amado que lo esperas en tu antigua habitación; que los
animales nocturnos no los separarán y que la sangre de la niña morena es tan
pura como el dorado del poniente. ¡Ve y dile a tu amado que lo esperas en tu
habitación rosada!
ÉL
¡Qué hermosa eres, amada! Está loco mi
corazón por tenerte cerca, por ver cómo te mueves por la casa, cómo buscas las
frases, el ritmo perfecto que suena a música termal. Ya no eres aquella
chiquilla que buscaba en las sombras de los corredores, aquella que me llevaba
de la mano por los pasadizos secretos de su infancia.
Has crecido. Qué feliz estoy de verte,
así, tan fresca, tan dueña de todo, tan segura de la vida. Nos hemos saludado
con cordialidad. Yo quería darte miles de besos. Todos los que nos han negado.
He buscado a la niña morena por los corredores, nuestra hija, pero no me han
dejado. Los de tu casa no olvidan a los amantes. ¿Tú lo quieres, amada? ¿Verdad que lo
quieres?
Sé que aún me amas. Me lo han dicho tus
joyas, tu ropa, tu perfume. Te has vestido para mí, que soy tu amor. Yo también
me he vestido para ti, porque eres mi amor. Yo soy tu amado y tú eres mi amada.
He venido solo por ti. Odio esta casa, pero he venido solo por ti, amada.
ÉL Y ELLA
—¡Oh, amada, qué bello son tus ojos!
—¡Oh, amado, qué bello eres con esa boca
oscura!
—Yo soy para mi amada el fruto del árbol
prohibido.
—Yo soy para mi amado la manzana de la
perdición.
—Estoy sentado y veo pasar a mi amada
tan bella, tan pura y tan frágil como ayer.
—Yo camino por la casa y veo sentado a
mi amado tan alto, tan guapo y tan sexy.
—¿Cuánto durará nuestro amor, amada?
—¿Cuánto durará este dolor, amado?
2
ELLA
A veces sueño que mi amado me llama. Es
la voz de mi amado, me digo. Es la voz del hombre que salta los ríos solo por
verme, por llevarme dormida en sus brazos a su cama. Todas las veces vela mi
sueño, es un diablillo.
Me dice: amada, ¿dónde habías estado
todo este tiempo? ¿Por qué las golondrinas hacen sus nidos en los Andes? ¿Por
qué no derramamos leche tibia en los ríos? ¿Por qué no nos deslizamos en los
volcanes verdes?
¡Oh, amado mío!, le digo, eres tan dulce
y tan cándido. Iremos algún día a mirar los nidos de las golondrinas a los
Andes, también derramaremos toda la leche del mundo en los ríos y nadaremos
sobre el color esmeralda de los volcanes.
Así es mi amado, en los sueños. Así
sueño a mi amado cuando duermo.
ÉL
Siempre sueño a mi amada. Vivimos en una
casita en la boca de un río. A lo lejos se ven dos montañas que siempre
queremos escalar. En el valle, que está después del río, pastan cientos de
ovejas cuidadas por dos pastores jóvenes y un dálmata trementino.
Mira, amada, los pastores, le digo
señalando hacia el valle. Mi amada se levanta y mira por la ventanita de
nuestro hogar. La niña morena duerme en su cuna y mi amada ríe con los pastores
que van en busca del dálmata que cruza el río a nado.
Es
tan bella mi amada. Es tan bella la vida juntos. Qué bello es soñar con lo que
no fue. ¡Qué bello es dormir con el recuerdo de la amada!
ELLA
Antes que acabe el día en el sueño,
vuelve a casa, amado. No quiero esta vida sin él, me digo. No quiero pasar más
frío ni otoños yertos. Nada me consuelo sin la voz de mi amado, nada se parece
a sus caricias, nada tiene comparación con el peso de su cuerpo.
Todo es silencio y soledad sin mi amado.
Por eso antes que caiga la noche y se lleve el río, déjame dormida, déjame que
te mire en estado salvaje, en el sueño que no acaba. Pero el día se va tras la
puerta y él no está conmigo. No puedo hacer nada. Lo perdí cuando era
chiquilla. Dejé que se lo dieran a otra para salvarlo. Yo no podía verlo encerrado
tras una reja y dije que no era mi amado, que no era mío, que solo era una
chiquilla tonta.
¿Será que he perdido a mi amado para
siempre?
ÉL
Qué bello es el amor en los sueños. Qué
bella es mi amada bajando la pradera como una piedrita volcánica. Su cabello se
mece por la brisa de la tarde. Enredo mis ojos en sus palmeras y la miro de
cerca antes del primer mordisco.
Le digo novia, portadora de la lira y de
enjambres. Ahí está nuestra casa. Avanzamos abrazados hacia la puerta. La niña
morena no hace ruido en la cuna. Entramos y afuera oscurece. Mi corazón también
oscurece al no encontrar a mi amada. La cuna de la niña desaparece. ¿Dónde está
mi amada con la niña morena?
Amada, ¿dónde estás? Nadie contesta. El
amor de mi amada ha desaparecido. La felicidad de mi amada se ha ido lejos.
¿Qué haré yo sin mi amada en esta vida? Qué triste será la vida sin mi amada.
3
ELLA
La comida está en la mesa. ¿De dónde ha
salido tanta gente? Mi amado ocupa un lugar junto a la madre de los niños
rubios, uno donde no pueda verme ni tocarme. Yo estoy junto al padre de la niña
morena, que no me suelta la mano como si fuera a perderme, como si fuera a
dejarlo sentado en un desierto.
Pero mi mirada busca a mi amado hasta
tocarlo, y mi corazón lo busca hasta sentirlo. Mi amado sonríe y yo sonrío
mientras comento el clima con un extraño.
—Hace frío —dice el extraño.
Pero yo ardo con las miradas de mi
amado. Me derrite que me mire, que me busque como si fuera agua trementina.
Roco ladra cerca y todos sonreímos nerviosos. Mi amado deja su mirada en mí y
yo no puedo respirar. Tengo el corazón en la garganta. Me falta el aire, la
habitación da vueltas, me siento libre y agotada.
Me levanto y saco a Roco del comedor.
Coro
El amado la sigue con la mirada. Sonríe
mientras se le dibujan los recuerdos de la casa. Levántate amado y ve donde tu
amada. ¿Acaso no sabes que Roco solo fue la excusa para verte en esos pasillos
que conoces? Roco ladra en el fondo de un callejón oscuro y solitario. La amada
está dentro de ese callejón en espera de su amado. Roco vuelve a ladrar. La
amada sale de las sombras y sonríe como una chiquilla.
ÉL
Desde ahora amo a Roco porque lo
tocaste. La madera de la mesa es más olorosa desde ahora que te sabe y te
siente. El mantel y los utensilios tiritan con el peso de tu sombra. La comida
es más deliciosa después de que lo comentaste.
Yo quería ir tras de ti, amada. Roco
ladró mientras el mundo se me derrumbaba. ¿Acaso ya no acudiremos a la cita? No
quiero ni pensarlo. Solo quiero saber cuánto amor se acumula ahí dentro, donde
tienes ese collar que hace brillar tu vestido rojo.
Mi corazón sabe que aún me amas. Tu
corazón sabe que aún te amo. Vámonos lejos, saltemos de este acantilado. Solo
llevemos a Roco que no deja de ladrar. ¿Dónde lo dejaste, amada? Pobre
animalillo. ¿Está en tu habitación infantil? ¿Por qué no vamos a buscarlo
juntos y que todos se vayan al diablo? ¿Por qué no somos fuertes y valientes?
No sabes cuánto quería ir tras de ti,
amada. Roco vuelve a la carga. Yo sigo encadenado a esta roca en el fondo del
mar.
Coro
¿Quién es este amado que no sale? No es
el mismo que ella conoció cuando era chiquilla. Aquel era fuerte y decidido
como un leopardo. Ahora es un gatito tiritando de frío al borde de un volcán.
Este solo es una imitación del amado. La amada está triste en la mesa. No es el
amado por el que se enjoyó esta tarde. Roco ladra en el fondo de un bosque.
Todos levantan sus copas y brindan.
4
ÉL
No has cambiado, amada. La misma piel.
La misma sonrisa. La misma pasión dialéctica. Eres la misma chiquilla que me
esperaba acodada en la ventana con excusas absurdas. Sonreías mientras cruzaba
el patio. Me seguías con la mirada hasta que desaparecía tu carita en el
cristal. Yo esperaba que salieras con la limonada. Te gustaba darme de beber de
tu mano.
—¿Dónde está el limonero? —te
preguntaba.
—Atrás —me decías señalando el jardín—.
Vamos, es lindo el huerto.
—Sí, es hermoso. Lo he visto antes.
Pero me quedaba fumando cerca. Que un
hombre mayor no debe andar por ahí con las chiquillas de la casa.
Amada, mi amada. Mi chiquilla loca.
Todavía recuerdo el día que fui a tu escuela. El asiento del coche aún guarda
el listón dorado de tu uniforme.
¡Oh, mi amada! Mi nínfula. Mi Lolita.
Tus besos tiernos con olor a limonada, a tardes frescas, a cristal marino.
Cómo salta mi corazón al ver que mi
Lolita no ha cumplido la mayoría de edad, que guarda sus listones dorados en el
jardín.
ELLA
Le he visto una cana a mi amado. Ya no
es el hombre que veía desde la ventana. Pero su cabello guarda el mismo frescor
de la lluvia. Yo decía, qué hermoso cabello tiene mi amado. Y los labios, los
besos de su boca, son como dos brasas en el mar.
Qué hermosas eran las tardes de lluvia.
El cielo se derretía minando la tierra de anhelo. El tráfico se partía en miles
de centellas, pero yo tenía del cuello a mi amado. Lo miraba y sonreía. Que una
niña de bien tiene que ser dulce y hacer reír a los mayores.
¿Qué podía esperar de la vida junto a
él? Sentía sus besos como brasas subiendo por mi oreja. Su cabello hirsuto
enredado en mis dedos y sus manos como dos conejitos perdidos en una niebla
esmeralda. Después miel y leche. Abejas agoreras. Ballenas varadas. Oración
perdida.
Mi amado está aquí y yo con él. Yo le di
a mi amado mi manto virgen. Ahí está el limonero con la flor de otoño. Ha
crecido. Los dos hemos crecido. Mi amado me amaba y yo lo amaba. Pero el viento
levantó el techo y mi amado voló. Ahora ya no es para mí. Lo he visto esta
tarde.
Se hace noche para mi amado. Roco ya no
ladra y la plática del té es aburrida.
ÉL Y ELLA
—Ve, amada, con Roco a la habitación. Yo
seguiré las semillas del camino. Devoraré la puerta y las paredes de chocolate.
—¿Por qué no fuiste, amado, cuando Roco
ladró? Te iba a tomar de la mano y te llevaría al limonero. Te iba a dar de
beber con mis manos.
—Es hora de quebrar la piñata en el
patio. ¿Tendré tiempo de ver a mi amada?
—Es hora de jugar a las escondidas. Mi
amado acaricia a Roco del rabo.
5
ÉL
Un día que estaba solo llegó mi amada.
Entró con sus pocos años de vida a dinamitar mi hastío. No dijo nada mientras
caminaba en los ríos de mi cuerpo, en las campanas de mis manos.
¡Oh, amada!, le dije, qué linda estás.
Qué lindas pequitas adornan tus senos dormidos. Ahora beberé de la fuente de la
vida. Es tan bella tu sombra que me hace dormitar sobre la espalda de tu
arcoíris.
Has crecido. Cuánto has crecido en pocos
días. Mira tus labios, amada, mira tus muslos, amada, mira tu vientre, amada,
ya no son los mismos. Dan giros sobre la tierra plana que llevo dentro. Tu olor
me sabe a jardín. Debo poner mis manos en tu planicie salvaje. Debo mirarme
dormido ahí dentro para saber que mi amada me ama, para saber que solo quiero
el paraíso de mi amada, fruta fresca, deliciosa manzana húmeda.
Ese día que llegó mi amada nació la niña
morena que duerme en silencio. Ese día que llegó mi amada encontré mi huerto.
Ese día que llegó mi amada me hice hombre de arena. Verdaderamente no quiero
otro paraíso.
ELLA
Un día fui donde mi amado. Oí que me llamaba
de entre todas las mujeres. Oí su voz clara como una orden mística. Es mi amado
quien me llama, me dije, y fui como una gacela en celo, como una ninfa que se
pierde en la lluvia.
Estaba solo en medio de las sombras del
mundo. Aquí estoy, amado, le dije y él salió. Me besó en todas partes, en todos
los lugares posibles. ¡Qué deliciosos son los besos de mi amado! Su lengua en
una llama interminable y sus dientes, feroces espadas amarillas.
Me levantó con la fuerza de diez
hércules para que mirara la tierra que dejábamos atrás. Cerré los ojos y me
perdí en el fondo del océano iluminado con las corrientes marinas que cantaban
un himno de focas y algas comestibles.
A mi amado le gustaron mis pequitas y el
sabor de mi manzana. Es tan fresca y tan sabrosa el fruto de la vida, dijo mi
amado mientras yo apretaba su cabeza en mi vientre, mientras me venía como un
vendaval desbocado.
Dejamos la tierra y el fuego. Atrás quedó la silueta de la noche, los días escondidos en la arena. Solo por una vez desapareció el mundo. Solo por una vez nació la tierra en la sangre de la niña morena de la cuna. Ella que canta como mi amado. Ella que ríe como mi amado. Ella que me recuerda a mi amado en las noches que le cuento la historia de una chiquilla que se perdió por su amado.
6
Coro
La casa se va quedando sola. Es tiempo
de bajar a la vida que espera. A lo lejos se oye la urbe en llamas. Alguien
grita bajo un puente de piedra. Tiene un niño entre sus brazos y hace frío. Una
fogata los acompaña esta noche. El asalto nocturno camina en todas las sendas.
La huella humana como gota que cae de a
poco pero que no se paga, no se extingue.
Solo Roco parlotea en medio de la bruma. Mueve el rabo con su voz
cándida. Los amantes se miran en silencio.
¿Cuánto durará la separación esta vez?
Quizás días, horas, o tal vez no llegue el otoño en la hierba. Es el tiempo que
acaba con la vida. Los dos se miran como ríos mansos. Él la siente subir en sus
huesos como un hada nocturna. Ella lo mira y sonríe. Pronto llegará para cortar
las flores. Pero ya no hay tiempo. Ella se irá lejos y no lo volverá hasta que
escampe. Él se incorpora asustado. Siente que le ha caído la luna encima.
¡Qué dolor siente adentro! ¡Qué locura
saberse lejos de la amada!
ÉL Y ELLA
—No, amada, tú no te irás. No te
llevarás a mi amada lejos de mis manos. Yo no dejaré que te la lleves esta
noche. ¿Cómo esperas que me quede en estas sombras turbias? Seré un bohemio
perdido. Me derrumbaré en un estanque de piedras.
—Me voy, amado, me voy más lejos que la
noche que nos cubre. Estoy llorando como una chiquilla por lo que fue. La niña
morena me hará buscarte en las horas perdidas. Ella florecerá como un jardín
mediterráneo.
—¿Te llevarás a mi hija, amada? ¿Me
dejarás solo y sin consuelo?
—Me llevaré nuestro amor, amado. Ella
será el agua que siempre me hará volver, volver a mi amado que no fue.
7
Coro
La noche golpea el mundo. Los amados
están bajo el limonero. Otra vez como las tardes con sus listones juveniles
colgados en las espinas que sangran. Roco ladró tres veces y dos sombras se
buscaron hasta encontrarse delirando en el abismo.
Ella está en los brazos del amado.
Devoran sus labios como fruta fresca sembrada en la orilla del Nilo. ¡Qué deliciosos
son sus besos! Ella se destila en sus caderas que hacen gemir los ojos del
alba.
ELLA
¡Qué deliciosos son tus besos, amado!
¡Cómo me quema tu boca! ¡Cómo me aprietan tus caderas afiladas! ¡Cómo se ciñe
tu cinturón en mi vientre tatuado! No has cambiado. Tu pecho es el mismo, y tus
hombros, anchos y duros como una piedra.
Tus manos grandes y pesadas me destruyen
en esta hora del rocío. ¡Qué se apaguen las estrellas que nos miran! ¡Qué se
detenga el mundo a borbotones! Yo estoy con mi amado porque soy su amada. ¡Qué
importa que mis besos no duren en su boca! Esta noche es una luciérnaga
sonámbula que por fin encontró su nacencia.
ÉL
Mi amada está en mis brazos como la
chiquilla que siempre canta. Recorro la geografía de mi amada como un
astronauta perdido. Su boca es como un arrayán maduro lleno de semillas azules.
Y sus senos, como dos olas empolvadas de nieve. Mis manos felices van al
encuentro del destino de su ser.
¡Qué importa que el mundo se acabe
cuando tú embelleces esta fantasía! Ahora tengo a mi amada solo para mí. ¡Qué
me importa la horca y los otoños yertos si tengo otra vez en mis brazos a mi
amada!
Coro
Un aire frío sopla la espalda de la
noche. Los amados se contemplan en silencio. Se miran sin verse. Es hora,
dicen, pero aún no ha escampado. A dos pasos está la vieja de la casa, la que
antes le quitó al amado y se lo dio a otra de su familia. Su voz truena como
vino envenenado. Los amantes se esconden en el árbol mientras la vieja va por
una cierra eléctrica que corte de raíz la sombra del limonero.
8
ÉL Y ELLA
—Qué me aplaste la luna si dejo que te
vayas, si dejo que te alejen de mi boca y mi corazón.
—Déjame que me vaya, amado, para que
vivas solo en la niña morena que me espera.
—Mi amor es tuyo, amada. Qué me importa
que esa vieja traiga sus lechuzas y derrame su veneno si yo tengo delfines a tu
lado que me muestran el camino del poniente.
—Qué bellas palabras, amado, y que
deliciosos son tus besos en este frío que me agobia. Dame el último beso,
amado, antes que me acorralen, antes de que me devuelvan a las sombras. Porque
tuyo es mi corazón y mi vida en esta hora que me ata a un largo invierno.
ÉL
No quiero que mi amada se vaya, que se
pierda en las brumas del olvido. ¿Qué haré yo sin mi amada? ¿Qué haré sin sus
besos? ¡Qué vengan todos! Yo estoy con mi amada. Que venga la madre de los
niños rubios. Le diré quién es la amada de mi corazón.
ELLA
No quiero irme y dejar a mi amado. Se lo
diré a la otra de mi casa. ¿Qué haré yo sin los besos de mi amado? ¿Qué será de
mi vida sin su voz? ¡Que venga esa bruja a azotarme! ¡Qué me importa ya si soy
de mi amado! ¡La niña morena sabrá quién es mi amado!
ÉL Y ELLA
—Que vengan, amada, que vengan a ver los
besos que te doy.
—Que vengan, amado, que vengan a ver los
besos de mi amor.
—Que vengan a ver cómo te amo.
—Que vengan a ver cómo me duermo en tus
brazos.
—Qué importa todo si estamos juntos.
—Qué
importa si ya nada nos destruye.
—Vamos, amada, por el camino ancho.
—Vamos, amado, por el sendero
libre.
—Yo soy de mi amada que me sigue de pie
por este cadalso que arde.
—Yo soy de mi amado con el que camino en
busca de nuestra vida.
—Ahí está la niña morena, amada, la niña
de nuestro amor.
—Aquí está la niña morena, amado, por la
que te di mi corazón.
Coro
La noche dormita en la casa. Silencio que agrieta las paredes. Todos se han marchado. Un sonido caniche rompe el hielo como un santoral de mil tambores. Roco sale al jardín en penumbras. Le ladra tres veces a la luna alta y redonda mientras orbita el árbol de los amados.
Carlos Anchetta (El Salvador, Quezaltepeque, 1982)
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