Hace tres días cortaron el gas, hace cinco mis amigos dejaron de llamar, hace dos semanas mi hermano me dijo “¡Vete a la mierda!” y dejó de visitarme, hace tres semanas mi madre le dijo a mis primos que se arrepentía de haberme tenido, hace un mes mi padre me preguntó qué es lo que había hecho mal, hace dos meses mi novia me cortó, hace tres meses me dijo que si teníamos hijos esperaba que no fueran iguales a mí, hace cuatro meses comencé con mi adicción a dibujar rostros tristes en las libretas, hace medio año renuncié a mi trabajo, hace medio año y un día me dio una crisis de ansiedad porque un cliente me dijo: “Este es el peor servicio que he tenido en mi vida, inútil”. Hoy en día me acuesto en el suelo viendo las sombras de los muebles alargarse, fundirse con la tarde, desaparecer en una masa de siluetas negras que invaden el aire sin dejar ver al otro lado y redefinirse de nuevo, gracias a la luz de los faroles de la calle; la última vez que comí fue hace cuatro días, y la última vez que tomé agua fue hace uno, ya no queda nada, ahora solo tengo dos caminos, cada uno igual de cruel.
¿De qué sirve continuar? Puedes comenzar un libro y si no te gusta lo dejas y ya, Borges siempre estuvo a favor del placer de la lectura no obligatoria; si no te gusta una película que elegiste en Netflix la dejas y se acabó, ni si quiera a los actores les importa quien ve o no sus trabajos; si un dibujo o pintura no te agrada lo ignoras y se terminó, aunque los defensores de la nueva moral en internet digan lo contrario. Entonces, ¿por qué debo sentir culpa por querer terminar esta obra dramática y trágica en la que va encaminada mi vida? Claudia me dijo una vez que el peor espectador es quien acepta todo sin pensar:
— No y mil veces no, Giancarlo — Me dijo alguna vez mientras salíamos del cine —, si dices que Rápidos y furiosos es una buena película, es porque no la viste.
— No digo que vaya a ganar un Oscar, pero…
— O sea, no digo que no te entretenga — Me ignoró —, pero, ¿vas a aceptar que no tiene un arco argumental? Nadie aprende nada, los malos se hacen buenos de la nada, no hay nada, solo gente en autos dando balazos por un algún motivo.
¿De qué sirve contar una historia sin contenido?
Es como pensar en elefantes cuando te dicen que no lo hagas, o en el sabor de un buen espagueti cuando te preguntan si quieres, solo que más complicado.
— ¿Cómo? ¿De qué hablas?
— No digo que vaya a ganar un Oscar, pero…
— O sea, no digo que no te entretenga — Me ignoró —, pero, ¿vas a aceptar que no tiene un arco argumental? Nadie aprende nada, los malos se hacen buenos de la nada, no hay nada, solo gente en autos dando balazos por un algún motivo.
¿De qué sirve contar una historia sin contenido?
¿De qué sirve vivir sin ser útil? No es como si aquel comentario de un cliente cualquiera me haya afectado, sino me hubiera muerto desde la primera grosería que hubiera escuchado en mi niñez, a sabiendas de que en Detéramo todos aprendemos, al menos, una mala palabra antes de decir “por favor”, y más si a nuestros padres les da risa que lo hagamos. No es tanto por lo que ese hombre de mediana edad piense de mí, a fin de cuentas, a este punto, ya se habrá olvidado de mi rostro y hasta del motivo por el que se enojó, es más lo que pasó después.
Es como pensar en elefantes cuando te dicen que no lo hagas, o en el sabor de un buen espagueti cuando te preguntan si quieres, solo que más complicado.
“¿Recuerdas cuando tu padre te dijo inútil cuando tiraste sus herramientas solo porque eras débil para cargar más de cinco por ser un niño?”, escuché en mi cabeza justo después de que el cliente saliera del local azotando la puerta, “¿Salió todo bien cuando tu exnovia se enojó porque no eras detallista por no regalarle algo más complejo en su aniversario y te sentiste inútil?”, mientras caminaba hacia el área de empleados, creyendo que la voz se detendría, “¿Te sentiste inútil cuando tus amigos te invitaron a salir y tú les mentiste para no ir, y al final te preguntaste si ellos se juntaban contigo por lástima?”, parecía que mientras más intentaba ignorarla, más alto decía cada palabra en mi cabeza, “¿No crees que tu familia te considere un inútil por haber elegido la carrera que tomaste? Después de todo, eres el único primogénito que no quiere ser médico porque te da miedo”, y cuando me paré frente a mi casillero para sacar mi ropa, pasar mi dedo sobre el escáner y terminar mi día laboral, “¿De qué sirve vivir siendo inútil?”, me tapé los oídos con fuerza, cerré los ojos, mi espalda se arqueó, sentí toda mi sangre subir a mi cabeza, calentándola a una velocidad horrenda y grité que se callaran.
Al día siguiente presenté mi renuncia ante mi supervisora, ella ni si quiera me preguntó qué me había pasado, mis compañeros no me vieron a la cara aquel día, aquel cliente que me sonreía diario y me saludaba diciendo “¡Ey, Gio!, el futuro artista” no separó la vista del suelo cuando pasé junto a él. Un día alguien te dice inútil y te lo crees, no porque te haya convencido, más bien porque en el fondo sabes que tiene razón, y los días se vuelven iguales, uno tras otro.
Con todo lo que pasó, lo único que me queda es el cuarto del departamento que rento, un espacio pequeñísimo en el que solo caben mi cama, mi escritorio, una silla y un mueble donde guardo mi ropa, me queda suficiente dinero para quedarme aquí un mes más y tengo una deuda enorme por pedir prestado para comprar comida. Esto es lo que pasa cuando insultas a un empleado solo porque crees erróneamente que “el cliente siempre tiene la razón”, porque en realidad no, el cliente no tiene ni idea. ¿Quién va a saber más? ¿El chico que sufrió tres meses en capacitación aprendiendo los precios de memoria, el que se desvela por entrar a tiempo y sale de noche del trabajo por un sueldo que apenas le alcanza para vivir, que se pregunta una y otra vez el motivo por el que continuar trabajando para quienes no dejan buena propina o que ni si quiera se esfuerzan por ser educados y encuentran fuerzas en sus hijos siendo padres muy jóvenes, o el simple consumidor que regatea o hasta exige las cosas gratis? Claro que Detéramo no está listo para pensar en esto, y es una exageración decir que todos los empleados insultados en algún momento terminarán encerrados en su habitación, meditando en silencio sobre la lógica de continuar en una vida tan simple; sin embargo, dicen que, a estas alturas de la historia humana, nadie es el primero en hacer las cosas.
Eran las seis, mi hora favorita, no era completamente de día ni tampoco de noche, puedes cerrar los ojos y engañarte a ti mismo diciendo que es de mañana, también puedes creer que son la una y que está parcialmente nublado, o que ya es de noche y que estás en un momento distinto al que realmente te encuentras; en mi caso solo esperaba que pasara el día, intentando darme ánimos sin que alguien me interrumpiera, y cuando creía que ya podía superar mi involuntario magnetismo al suelo, “¿Aún no olvidas cuando te gustaba Verónica en secundaria y eras tan inútil como para acercártele a hablarle?”, regresaba aquella voz. Era mi voz, o al menos debía serlo, no había nadie más que supiera que soy poco relevante para el mundo. Sin ser matemático sé que, estadísticamente hablando, mi existencia no ayuda al planeta, y lo peor de todo es que tampoco lo empeora; si no hubiera existido, solo habría millones de kilogramos menos de plástico usado en el planeta, lo cual es nada contra los millones de toneladas que genera una sola ciudad. Hasta para hacer el mal se necesita ser relevante.
Entonces era yo contra mi voz, un simple hombre de cuerpo físico contra un omnisciente ser capaz de doblegarme sin siquiera existir. Era mi mejor obra por ser imperecedera la que me estaba consumiendo, y de la nada, dieron las siete, se apagó la luz, mis ganas de seguir y el ruido. Por fin paz y agonía después de la tragedia. Hubiera sido un momento de reflexión perfecto, pero frente a mi ventana pasó un auto con los vidrios abajo escuchando la canción que sale al inicio de Shrek, la misma que se volvió un meme y que ya nadie recuerda lo que significa realmente la letra, y no es tanto que me haya motivado esa canción, porque es como un shot de tequila, te puede marear, pero la cruda la terminas pagando al final, fue más por una anécdota rota y distante.
No recuerdo dónde estaba, ni porqué estaba ahí, pero sucedió, estaba sentado en una banca junto a mi amigo Federico y me mostró una canción, se llamaba Imagine all star people, un mash up de la famosa canción de John Lennon y la de Smash mouth, era una combinación extraña y un poco graciosa, como imaginar a un tipo que no se supiera la letra de una canción seria y que tuviera que improvisar con cualquier otra cosa; aunque, cuando terminé de oírla y al decirle a mi amigo que me pareció chistosa, él me respondió:
— Es que es algo más profundo, no es la canción del meme, es la canción más seria.
— ¿Cómo? ¿De qué hablas?
— Vale, todo el mundo recuerda esta canción por Shrek, casi todos la toman por chistosa por esto mismo, es un meme y casi nadie la tiene en su playlist a menos que quieran reírse, ¿vale? Ahora, ¿qué pasa si cambias el ritmo, la haces más lenta y escuchas realmente la canción?
Era una letra motivadora, como diciendo “No serás el mejor, pero da igual, tu sigue”. Las estrellas fugaces rompen el molde. ¿Por qué nadie edita imágenes motivadoras con la letra de esta canción?
No me levantó, si no lo hizo ninguna de Imagine Dragons, esta menos lo iba a hacer; más bien fue un hecho en concreto: ignoramos cosas. Puedes ver a un hombre lavar mil platos, pero recordarás más si se le resbala uno, puedes besar a mil mujeres y te dará asco cuando encuentres a una con un fuego labial, puedes leer un gran libro y odiarlo por un “solo” sin acento, incluso puedes odiarte por un “Inútil” de un cliente terco. No digo que con esto se resuelva el mundo, esto no es un puto “No estas deprimido, estás distraído”, aunque pueda parecer, es un You never shine if you dont glow. No sé agarrar herramientas, pero sí sé crear cosas nuevas, los detalles no están en lo que compro sino en lo que doy, los amigos que puedo tener me entienden y aun después de mil años me responderían, si no amo lo que hago viviría más miserablemente que siendo novato en lo que sí, y mi propósito… mi sentido… cosas que aún me cuesta entender.
Tal vez aún siga en casa mañana, incluso puede que hasta el otro lunes siga viendo las sombras crecer, pero estoy seguro de algo, ignoro cosas, todos lo hacemos, solo es cosa de poner atención. ¿Pensar esto me hace igual que los autores de autoayuda? Me da igual, me siento bien sabiendo que debe haber algo bueno en mí, y no me voy a sentir culpable por eso.
O.S Cranston.
México, Puebla.
Varios de sus cuentos publicados como “Necesito escapar (Creo)”, seleccionada por Editorial Anuket, para formar parte de la Revista Literaria Anuket sobre tema tabúes. Junio/2021 (Argentina), ¿Ese era yo? (UserName No.2, septiembre 2020), El misionero (135Magazine, 1ra convocatoria, diciembre 2020), Jorge Alfonso (Caza de Versos, Relatos de una pandemia inesperada, enero 2021), El último monstruo del planeta (Monociclo, No. 21, 2021) Testimonio
anónimo de la balacera de ayer (Monociclo, No. 21, 2021), Dos Ángeles a la puerta del infierno (Small Blue Library, marzo 2021) y Perro mirando un arcoíris (Fantastique, septiembre 2021) son un ejemplo del compromiso que tiene el autor con la literatura.
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