Mi madre ya no celebra navidad. Un 12 de diciembre falleció la abuela, y desde ese día todo cambió. Lo que antes eran árboles de navidad, regalos, comidas en apariencia infinitas, se transformaron en oscuridad, los pinos navideños resguardados en una caja de cartón podrido, abrazos vacíos y comida comprada.
Yo insistía en devolverle ese espíritu decembrino a nuestro hogar. Ella no entendía mis razones. Sentada alrededor de una fogata, cada 24 de diciembre, su mirada se quedaba fija en el fuego. Parecía que esperaba un mensaje de entre las llamas. Un saludo desde el otro lado de la vida, que le diera la certeza de que mi abuela, su madre, estuviese bien. Todos los años eran lo mismo.
Crecí y al emigrar de mi hogar, construí otro que me devolviera las luces, los arboles y los regalos. La comida tendría que ser comprada pues, mi madre era la que cocinaba todo el tiempo. Esa noche mi padre me llamó, su voz desquebrajada era inentendible, pero, pude atinar que quería decirme: “tu madre está en el hospital”.
Noche buena. Mi madre. Cama de hospital. El bip de su pulso. Luces de las pantallas muestran sus signos vitales.Villancicos filtrados a través de la ventana del cuarto. Los doctores corren por los pasillos. Navidad. Cama de hospital. Luces de las pantallas que mostraban sus signos vitales. Los villancicos siguen. Los doctores nos dan la noticia.
Yo aún celebro la navidad, pero también, cada año, busco en el fuego aviso de mi madre.
Maury F. Rodríguez
Mexicali, Baja California, México
Licenciado en Ciencias de la Comunicación por la Universidad Autónoma de Baja California, con experiencia en medios audiovisuales. Trabaja en la postproducción de un cortometraje, de encargo, llamado Namor y en su libro recopilatorio de cuentos, llamado Avenida 36, donde cuenta las historias de amor, amistad y muerte que se viven en su barrio.
Comentarios
Publicar un comentario