Ella | David Crauley

 


ELLA

Grandes eran las olas del mar y grandes eran sus pechos desbordándose por encima de las olas y los soles y todas las lunas que habían caído desde lo alto para atestiguar lo que iba a ser el nacimiento de un nuevo dios entre sus piernas. Alma: no la necesitas cuando un dios, entre tus piernas, está llamado a crear nuevos cielos y mares, allí, bien dentro de ella que podría haber sido cualquier otra, pero era: Ella; madre de arañas, hija de mariposas, mujer-luna o algo más antiguo aún, que ni el propio Dios, podría haber recordado sin sentirse vejado por el tiempo. El mismo tiempo que ahora era lo que siempre fue, pero sin pretender ser cualquier otra cosa. Pasado, presente, futuro: ahora al fin sabíamos que nunca fue, nunca era, ni nunca sería.

Sea como sea, el tiempo no tiene absolutamente ningún sentido cuando encuentras un espacio dentro de ella que, si es madre de arañas, tejerá besos casi eternos, colores eternos, y hasta un miedo eterno e invencible, en lo más profundo, a que aquello algún día fuera de la mente se quede y todo, sin más, en un instante se olvide. Devoción, confianza y lujuria serena y perfecta como un gran sol en el centro del cosmos.

Sus ojos decían que era una mujer que sufría pero no como sufrían las mujeres comunes. El suyo era el dolor de los pétalos arrancados o de los árboles desnudos; un dolor que nacía y moría, y volvía a nacer y volvía a morir.

Era fácil joder con un dolor así si no lo mirabas a los ojos y dejabas que las estaciones pasasen de largo. De ningún modo podrías hacer que ese dolor dejase de agitarse y de morir, de ningún modo podrías llegar a entender un dolor que se expandía al ritmo de las estaciones si antes no habías sufrido tú mismo un otoño entero a solas en tu cabeza.

Las mujeres siguen siendo grandes desconocidas para mí. Sé por donde mean y como hacer que se corran, pero la verdad, por mucho que duela, es que sigo sin saber en qué demonios piensan cuando llueve y los truenos en el cielo amenazan con partir el cielo por la mitad. ¿Es verdad que ellas saben de qué sufre la luna en su cara oculta? ¿Será verdad que una vez hablaron con las serpientes del Cielo? ¿O eran del Infierno? ¿O nada de eso existía aún?

Imposible no mirarlas cuando bailan solas o cuando ríen de cosas medio soñadas. Imposible no amarlas incluso cuando lo ponen todo del revés a su paso. Desconocidas o no son hermosas si sabes de qué sufren las estaciones cuando pasan por el mundo.


DAVID CRAULEY

Autor novel. Nacido en Sevilla (España) en la primavera del año 1976. Residente en Sevilla. Licenciado en Ciencias Políticas. Diseñador Gráfico de profesión en la actualidad. Melómano extraordinario. Devoto de J.G. Ballard, Edgar Allan Poe y Henry Miller.

BLOG: http://davidcrauley.es


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