La angustia por la muerte | Un ensayo breve de Ángel Hernández

 


La angustia por la muerte

La Muerte, esa palabra gigantesca, ya no significa nada. Es propia de enfermos y fatalistas. No hay nadie que pueda contra ella y, sin embargo, ya no significa nada. Gilgamesh lo supo en sus aventuras. La angustia por la muerte fue desde siempre una inquietud, saber qué nos deparaba después de la inexistencia. Pero atrás quedan esas existencialistas dudas, en los mitos y los poemas épicos. Ahora sólo nos queda lo que dicta la ciencia: No hay nada heroico antes y después de ella. ¿Acaso lo hubo antes de la Globalización? Tal vez entre familiares y amigos, entre los superhéroes de los cómics y los grandes personajes literarios. Pero ahora, en pleno siglo XXI, no tenemos nada, ni siquiera una aventura por la qué vanagloriarse losfamiliares después de nuestro descenso.

Los retos sin sentido pueden traernos dos o tres carcajadas. En la televisión vemos a personas arriesgando su vida por mísera fama que no vale ni un centavo de espíritu. Si se muere haciendo su espectáculo, qué pena, pero ahora que pase el siguiente, y el que sigue y el que sigue. Entonces, ¿qué significa la muerte, el acto de morir?

Hay toda una proeza en la barba sin cortar del Mio Cid. Su muerte fue el resultado de una vida mesurada, llena de grandes batallas. Su muerte fue tan épica que incluso hoy la recuerdo como si fuera un Superman. El detalle está en que el Cid sólo ha muerto una vez, y a Superman lo han revivido, ¿cuántas, dos, tres veces? ¿Qué significa entonces morir, la muerte en sí misma?

No me cuestionen la fuente, pero lo sé de cierto: alguien confiable me lo contó. Un país, invadido por la tecnología, se preguntó si podía resguardar la memoria de sus muertos. La cosa es sencilla, toma una tarjeta de memoria y almacena ahí dentro el alma de un ser querido. ¿Le saldrán las cuentas a la muerte con esa jugarreta? Ya ni siquiera se puede morir en paz.

Lo veo en la televisión. Esas “grandes personalidades”, estrellas de la televisión, personas inútiles e idiotizadores de la humanidad, todo ese cúmulo de cháchara ahora aparece en la pantalla como un espectáculo, como si de algún dios o el mismo César se tratara. La diferencia entre unos y otros es que ya no se guarda el respeto, sólo se acude al acto funerario por morbo o porque el tipo debió ser muy famoso en hacer cosas que vacían el espíritu en lugar de llenarlo, y por eso nos obligan a verlo.

Sólo se encuentra heroísmo en la guerra, esa cosas que desde hace décadas debió haberse erradicado. La muerte es un procedimiento tedioso en la vida familiar si no hay concordancia con el muerto.

La muerte de un dios significaba el nacimiento de la humanidad. La acción arrastraba la esencia más pura del sacrificio. Hoy se muere el anciano y los nietos comienzan a reclamar su parte de la herencia. ¿Qué nace después de una muerte? Nada.

¿Qué sentido tiene la muerte? Hace apenas seis meses me hicieron un mal diagnóstico del cáncer. Es seguro que iba a morir en cualquier momento debido al escaso grosor de mi billetera. Pero véanme aquí: no he cambiado en lo absoluto, a pesar de esa equivocada noticia.

El anuncio de la muerte ya no cambia a la humanidad. ¿Es acaso que nos hemos vuelto fatalistas extremos o nos han obligados a perder el interés simbólico del acto de morir entre largas jordanas laborales y avasallantes golpes tecnológicos? ¿Y qué me dicen de las cremas rejuvenecedoras? ¿En verdad añora la humanidad ser inmortal? Cada vez se vive más, pero se vive mal, pobre, desgraciado, vacío de espíritu, ¿qué hay de bueno en ello? Y, a pesar de todo, la muerte no parece ser ese descanso eterno que siempre buscamos.

No me hagan caso pero, para mí, la muerte ya no quiere anunciarse.

¿Qué es morir? ¿Qué es la muerte? No lo sé.


Ángel Hernández (1997)

Estudió Creación Literaria en la UACM. Es colaborador de la revista ERRR Magazine y cofundador/dictaminador de la revista electrónica Revista Tlacuache. Ha colaborado con poesía, cuentos y ensayos en diversas revistas electrónicas y físicas bajo distintos heterónimos. La encuadernación es el oficio que le apasiona, actividad que sigue ejerciendo hasta la fecha a la par de sus labores académicos. Actualmente sus intereses se centran en los mitos con temas que ha ensayado e intentado representar en sus textos literarios.

Comentarios