Del libro: INVIERNO
XXXI
humo a humo, dolor a dolor
la cosmogonía humana
de mis parvadas en el norte,
las conquistas en mi soledad
terrible
después de cada noche,
mis besos extraviados
en la ceniza que me arrebataron,
el desasosiego en medio del mundo
que me orilló herido a los
versos,
a la búsqueda en la sangre
antigua,
para regresar de la memoria
iracundo de fuego
a matar mis miedos
con este cuchillo de piedra
que continúo afilando a mi paso.
Si te mostrara la marca que elegí,
todos los caminos que me
recuerdan
preguntando por tus ojos
a cada oscuridad y cada espiga.
Los huracanes con mi nombre
quiero besarlos con tus manos.
XXXIII
a todos mis objetos sagrados.
Acomodé todas mis joyas en tu
nombre:
mis tiestos, mis puntas de lanza,
la poesía circular y mis heridas.
Nunca vi mi mañana
materialmente pulsante.
No vi donde soy
ni bajo que tormenta.
Pero te vi
apegada a mi árbol
defendida en mi piedra.
Entonces sacudí mis secretos
y en lluvia quise mostrarte
todo lo indecible de Mí.
Te pedí la mano, tus heridas,
y te fuiste
dejando ciega mi boca,
en fuego de lágrimas
mi desnudez de pájaro en
equinoccio.
Del libro: PÉNDULO
Cuando
los novios se besan en mi camino
pienso
en volumetrías,
buretas
a media asta,
indicadores desnudos,
el
corazón del cloro –aunque negativo–
perseguido
y encontrado,
disuelto
y retornando
su
tiempo dilatado, su casa
con
el sodio, el magnesio,
la
difícil plata,
su
símbolo, siempre unido,
a
otras letras que lo evocan.
Ombligo
de electricidad futura,
altura
redonda,
crisis,
enjambre
de labios que buscan,
felinos,
la
playa abatida que espera
el
choque de espinas.
Entre
jóvenes latidos
amo
mucho
antes de decidir sustantivos.
Alisto
mis raíces,
fumo sin manos,
camino
con la tranquilidad de ver
irremediablemente
la
muerte de los que no ven su resignación
de
ser chispa y humo.
Pienso,
mientras mastico silencio,
mi
semilla sentenciada a este vaso.
Curvas,
descensos,
marítima,
golpe blanco,
molde geocéntrico
de
bocas versadas en besos y frutas.
Tengo
fiebre bajo el témpano rebelde,
duele
y sueña con tu piel de sol contrayendo
su
muerte de estrella,
un parto de navajas.
Antonio Teshcal (Quezaltepeque, El Salvador, 1984).
Se licenció como médico veterinario zootecnista en la Universidad de El Salvador. Se ha desempeñado en el área de microbiología y la docencia en química. Ganador del primer lugar, en la rama de narrativa, del Certamen de Creación Artística “Arte Ibídem” (2004); Premio Único de Poesía en los XVIII Juegos Florales de Santa Ana (2009); primer mención de honor en el Primer Certamen de Poesía “Ítalo López Vallecillos” (2016); y ganador del III Certamen de Literatura Infantil “Maura Echeverría”, en el género de narrativa (2019). Muestra de su obra ha sido publicada en revistas dentro y fuera del país. Obra poética publicada: Invierno (2009, 2022) y Péndulo (2015, 2021).
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