George Ault
Para las diez de la noche de aquel caluroso día de agosto, nos encontrábamos recorriendo la carretera que nos llevaría del occidente del país hasta la capital. Pocos kilómetros antes, habíamos dispuesto depositar el paquete que llevábamos en la parte trasera del automóvil: un costal de piedras sobrantes en la construcción de la nueva parte de la casa, mi casa.
Norberto manejaba con precaución a pesar de hacer llegar el velocímetro a no menos de cien kilómetros por hora. En el parabrisas, las curvas se acercaban cada vez más rápido, cualquier imprevisto que se nos presentara en el camino, provocaría un aparatoso accidente del cual, en el mejor de los casos, saldríamos afectados los tripulantes de aquella inusual nave espacial: el costal de piedras que viajaba en el asiento de atrás, Norberto y su copiloto, que para el caso, soy yo.
A pocos kilómetros de llegar al destino de nuestro costal de piedras, notamos unos conos color naranja que advertía un retén policial, mismo que había provocado una larga fila de automóviles a la cual nosotros nos anexábamos sin reparo alguno y como es lógico. En lo que duraba aquella espera en la fila, Norberto hizo una pregunta que dio un giro total a nuestra misión de la noche: “Mirá, ¿ya pensaste qué putas vamos a responder si nos preguntan por el costal de piedras que llevamos atrás?”, una de nuestras suposiciones, la más lúcida quizás, fue suponer que visto desde ahí, con una pobrísima iluminación, podía parecer un cuerpo, por lo cual pudieran detenernos inmediatamente acusándonos no de secuestro, sino de homicidio, hecho que nos llevaría a prisión automáticamente.
Desde ese momento en adelante, la verdadera pregunta fue: “¿de qué manera podríamos comprobar que aquello que llevábamos en el asiento de atrás no era un cadáver, sino un costal repleto de piedras?”, en especial si esta pregunta fuera hecha con un trío de agentes apuntándonos con sus pistolas mientras pedían que levantáramos las manos y las pusiéramos contra la cabeza, para luego proceder a la respectiva puesta de esposas y el recibimiento de los medios de comunicación que anunciarían en una entrega especial: “Capturados dos hombres que llevaban un cadáver en la parte trasera de su vehículo” además del acostumbrado “los asesinos pretendieron engañar a las autoridades y a los medios, explicando que no se trataba de un cadáver, sino de un costal lleno de piedras”. Pensaba todas estas cosas en voz alta, cuando Norberto respondió tajantemente: “No seas pendejo, qué putas nos van a andar creyendo, igual nos van a llevar, van a meter un cadáver en el costal, de esos que encuentran y no saben cómo explicar dónde lo encontraron y nos lo van a meter a nosotros, demos la vuelta y vamos a conseguir uno”, luego dio un giro de timón que parecía terminar lo que recién decía.
A esas horas de la noche y con la oscurana que nos había caído, además del concierto de luces de carros que van y vienen en una carretera llegué a creer que por “conseguir uno” Norberto se refería a un trago de ron o whiskey para que nos bajara la ansiedad. Este supuesto que se fue contradiciendo cuando nos estacionamos para botar todas aquellas piedras en el primer claro de carretera que encontramos, “para hacer espacio” según dijo Norberto, además de estacionar el auto afuera de la primera funeraria que encontramos en funciones, para lo cual Norberto me dijo con el poco aire que le daban los nervios: “bajate y ayudáme, hacé lo que yo haga”, y aunque mal vestidos para la ocasión entramos a la funeraria, dimos el pésame y nos acercamos a la caja, entonces pregunté: “Norberto ¿lo conocías?” a lo que respondió: nos lo llevamos.
El resto sucedió como un típico asalto de vaqueros a un banco, no sé de dónde Norberto sacó una pistola y les dijo a todos que se pusieran contra la pared, que al primer movimiento los mandaba de acompañantes con el muertito, que se dejaran la lloradera y que no les extrañara de ninguna manera que con nosotros iba a estar mejor, lo dijo de una manera tal que también yo me iba poner contra la pared hasta que me gritó: “Vos no, pendejo, sacalo de la caja, te lo llevas al carro y lo metés al costal, mientras yo me despido de todos estos”, lo cual hice al pie de la letra. No se hicieron esperar los desmayos, llantos, las exclamaciones divinas entre otras. Mientras mi compañero salía de la funeraria caminando de espaldas apuntando a todos con su pistola, para luego verificar por sobre su hombro si yo había terminado ya con mi encargo —a lo cual logré asentir, solamente, orgulloso de haber cumplido con lo que se me había encargado—, Norberto cerraba la puerta del auto y nos íbamos, acelerando a toda velocidad.
Luego del éxito en este inusual asalto, nos dirigimos otra vez a la carretera, nos incorporamos una vez más a la fila que pronto pasaría frente al control policial que no tardó en aparecer ni cinco minutos. De rutina, los policías nos pidieron hacernos a un costado de la carretera, uno de ellos se acercó mientras nos hacía señas para bajar el vidrio, a lo cual prosiguió la orden de apagar el motor, pedir a Norberto salir del auto y bajar a revisar si los datos de la tarjeta coincidían con los del automóvil, además de pedirle sus documentos de conducir. No me pidieron a bajar, pero desde el asiento del copiloto donde me encontraba logré escuchar cuando el policía le preguntó “¿Qué llevás ahí?”, mientras iluminaba con su lámpara de mano nuestro paquete, a lo que Norberto sin vacilar contestó de golpe “un cadáver”. Parecía una broma, habiendo superado el asalto a la funeraria lo había imaginado distinto en mi mente, que pedirían que nos bajáramos a demostrar que no llevábamos un costal de piedras, y que en ese momento, al descubrir que llevábamos un cadáver, daríamos inicio a una persecución automovilística, jamás se me ocurrió que nos entregaríamos tan fácil.
La cosa se puso incluso más extraña, todavía molesto, el oficial tardó en responderle a Norberto: “No seas pendejo, no podés contestar así, no ves lo violento que está el país, andáte a la mierda”, lo siguiente que sentí fue cuando Norberto abrió la puerta del piloto y la cerró como respondiéndole al oficial, encendió el auto y empezamos a marcharnos cada vez más rápido; en algún momento pensé que comenzarían a darnos persecución como en las películas, sirena abierta y a toda velocidad, pero cuando vi hacia atrás, nadie nos seguía, pregunté a Norberto qué era lo que había pasado, a lo cual me respondió que nada, que no nos habían creído, y que ni modo que los rogáramos para que nos creyeran. Supongo que tenía razón.
Unos kilómetros más tarde, llegamos al lugar que habíamos previsto, o al menos eso parecía, sacamos entre los dos el costal en el que habíamos metido el cadáver robado, lo colocamos a la orilla de la carretera y le dimos un empujón con el pie, por lo cual el costal empezó a rodar buscando el fondo de aquel pequeño precipicio, rodando, como en otro momento rodaron quizás las piedras que habían estado antes en el costal.
Chalchuapa
2 de mayo de 2018
Piedras rodantes 2
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Kike Zepeda (Julio Edgardo Zepeda, Santa Ana, 1990).
En poesía, ha publicado: “Oficio de pájaros” (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2015), “Para que la muerte no te encuentre” (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2016), “Esta Manera de olvidar” (S/E, 2016), “Los Nadantes”(POE, 2019), “Laura.com y otros links” (Editorial EquizZero, 2019), “Poemas con barba” (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2019).
Aparece en la antología “Torre de Babel. Antología de poesía joven salvadoreña de antaño: “Los apócrifos salmón; volumen XV”, así como en revistas nacionales e internacionales, como el número 11 de la revista Cultura, o el Suplemento Cultural 3000 (Co-Latino), Vecindario (Nueva York, 2013).
Premios: Tercer lugar en el primer certamen nacional de poesía “José Rutilio Quesada” (Proyecto Editorial La Chifurnia, 2015), Premio Único de Poesía en el Certamen Universitario “Ítalo López Vallecillos” (SAC-UES, 2016), VIII Premio Centroamericano de Poesía IPSO FACTO 2018 (Editorial EquizZero), Tercer Lugar de Poesía en el Primer Certamen de Poesía Universitaria (SAC-UES, 2018), por “Llanto de la infancia extraterrestre y otros poemas” (Inédito). Tiene algunos poemas traducidos al inglés y al francés.
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