Epístola del solitario | un poema de Rolando Reyes López


Franz Kafka

 Epístola  del solitario  

Mientras los poetas dialogan 

sobre la efectividad del tiempo, 

yo corro a esconderme 

en las inmediaciones de un espacio 

que ya no existe a simple vista. 

 

La ciudad es solo un punto 

en la memoria de los hombres, 

la poesía es también otro punto 

(no de puntuación): 

los poetas saben de qué hablo.

La ciudad me exige estar aquí, 

los hombres me exigen estar aquí, 

a las mujeres les da lo mismo. 

 

He visto a los árboles hermosos 

deshacerse de sus hojas 

antes del otoño; 

contemplé desde las graderías 

el triunfo de los poetas;

hice pausa en mi viaje 

a través de las arenas y el agua 

que alguien bebió con entereza; 

en vano abrí las puertas de mi casa 

y de mi espíritu; 

pude ayudar al necesitado de pasos cortos 

y al niño que apenas sabía caminar; 

leí hasta la fatiga los mandamientos de Dios 

y los libros del poeta. 

 

Los niños no preguntarán cómo se llamaba el vate 

que un día escribió sobre la paz y los disturbios.

 

Los tendidos en el asfalto 

vociferan versos que apenas logro descifrar, 

yo había abandonado el Coliseo y las mazmorras, 

me establecí lejos de la tribu y las bestias, 

asumí que con esa actitud 

recuperaría la esperanza y el sosiego. 

Aquí todo es silencio, silencio… silencio.

 

Un hombre llegado de otras latitudes 

habla de la desesperanza, 

de los niños asesinados en las escuelas, 

maldice la hora en que llegó a este mundo 

y maldice la hora en que tenga que irse, 

seguramente a otro mundo peor. 

 

Lo miro como se mira al horizonte, 

distante siempre, lejos, equidistante; 

no le hablaré de los huesos 

que reposan bajo los míos, 

tampoco diré nada 

sobre las heridas que conservo 

envueltas en los pañales de la hija 

que algún arma separó de mis brazos; 

le voy a ocultar los secretos que domino; 

haré de sordo y enterraré la cabeza en el polvo,

nuevamente. 

 

Soy uno de esos toros azules  

que alguna vez vino de las barandas de los puentes, 

otros disfrutan de las cervezas 

y de las señoras de vestidos verdes, 

disfrutan el pedazo que alguien dispuso 

para los perdedores, 

no intentaré comprender el fracaso 

ni el por qué del mar frente a la ventana, 

no revisaré más en sus plegarias, 

Dios ha recuperado la capacidad 

de complacer a los humanos, 

Dios se revela hoy como un gran ganador.

 

El verso que ahora juega entre mis manos 

una vez retozó en otras manos 

y así hasta el fin de todo 

cuanto repta y camina. 

 

Desde los malecones del tiempo 

observan los desamparados 

con nuevas máscaras 

para sus rostros fáciles 

y tontos, 

regresando al páramo de los silencios 

y las quietudes.

Talet aguarda junto al auto de Pessoa, 

Pessoa fue un momento al paraíso 

a recoger al que ahora escribe 

estas líneas intrascendentes;

dicen que fue visto por última vez cerca de los ríos

arrojando un trozo de madera 

rumbo al Sur, 

quienes los vieron marchar

aseguran que deseaba ir a ese horizonte 

de nubes imperecederas.


***



Rolando Reyes López. (Pedro Betancourt. Matanzas. 1969). 


Reside desde el año 1971 en el Municipio de Jovellanos. Matanzas. Cuba

Graduado de Bachiller. Actualmente es jubilado por Baja Visión. Ha publicado numeroso relatos breves y poemas en revistas y antologías de varios países de Europa y Latinoamérica.

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