A Oswaldo Escobar Velado | Poemas de Roberto Armijo



Pavel Tchelitchew 


A Oswaldo Escobar Velado


      Si pudiera regresar tu voz

      si pudiera

      yo la dejaría

      aquí donde faltan tus labios

      porque siento por ti esta corona dolorosa y musical que me cubre.

      Esta llagada materia de abejas y gorriones

      que educaron tus consejos

      tu palabra que vertías en los sitios silenciosos

      donde la ciudad descansaba entre el breve latido de las flores.

      Cómo amabas la luz de la mañana

      esa luz que en las cafeterías se vuelve mariposa

      y navega como dormida en el humo de los cigarrillos.

      Entonces tú temblabas como una enredadera

      eras un puñado de sílabas que oíamos con cariño

      y guardábamos religiosamente en el corazón.

      Si pudiera traer tu voz

      (ya no tu sombra

      porque tu sombra palpita en la raíz

      en el vuelo de la mariposa)

      las llevaría por el mundo

      por los sitios donde se apaga la alegría del hombre.

      A veces sueño hallarte a la vuelta de la tarde

      o en las cafeterías

      donde te esperábamos ansiosos

      con la aromada taza de café.

      Cómo hace falta tu voz hermano mío

      tu voz a veces dulce como el agua o como el mundo de las frutas,

      voz aromada y fresca.

      Un día recuerdo en una aldea entre el canto de los pinos

      al escuchar tus poemas en labios de niñas campesinas

      sufrí tu ausencia

      sentí que hacías falta

      y comprendí que teníamos que recoger tu voz

      tu claro ejemplo y tu tristeza

      porque también eras triste como yo.

      Por tu tristeza morías y te volvías yermo

      y en tu habitación de varón solitario

      entre la ausencia de los zapatos vacíos

      de los trajes en las perchas

      de las camisetas tiradas en el suelo

      de los libros en los estantes silenciosos

      y de las fotografías de tu abuelo de tu negrito de sonrisa alegre

      te veía llorar

      andar como una bestia desolada y tímida.

      Cómo buscabas entonces las guitarras

      y bebías caña y te embriagabas porque ya no podías sostener tu tristeza

      pero ahora has muerto

      allí están tus ojos duros apagados

      tu calavera tu semblante de ceniza.

      Allí estás y pienso que yo y todos tus amigos nos hemos de morir.

      Pero por ahora

      pero por ahora hermano mío

      recojo tu grito

      tu herencia musical

      de enamorado amigo del mundo del niño y la naranja

      de enamorado amigo del pájaro del hombre

      y de las guitarras jubilosas que pulsa la mano mágica del pueblo.


Yo me doy el lujo de volar en una alfombra


      Yo me doy el lujo de volar en una alfombra

                                                de palabras

      yo me quedo los domingos horas enteras

                                frente a la Venus de Milo

      imaginándola descender contenta para abrazarme

      o me enojo con la Victoria de Samotracia

                                    por los domingos sin fin

      que he pasado los ojos de tierra

                            frente a los ojos inmortales

      estas cosas ni la mujer de uno comprende

      de todas maneras yo desconfío del Decamerón

      desconfío de ese libro de teología

      del teólogo de Cervantes

      hablo del sabio

      cardenal romano que escribió ese libro matemático

                                    en sus palacios y jardines

                                    oyendo violines y clarinetes.


Antonio Machado


Vi

un ramito de violetas

brotó el llanto.


Pensé en Darío agonizando en su Nicaragua natal

pensé en todos los herederos de Cervantes

que no fueron laureados

ni amados.


Lloré por Góngora loco

por Vallejo enfermo

por Gavidia anciano.


Maestro

tu prosa

tu verso

me alivian.


Nabucodonosor no fue perdurable

el fariseo de Carter lo será menos.


Roberto Armijo. Poeta oriundo de El Salvador, nacido en Chalatenango en el año 1937 y fallecido en París en 1997. Formó parte de la Generación Comprometida.

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