A Oswaldo Escobar Velado
Si pudiera regresar tu voz
si pudiera
yo la dejaría
aquí donde faltan tus labios
porque siento por ti esta corona dolorosa y musical que me cubre.
Esta llagada materia de abejas y gorriones
que educaron tus consejos
tu palabra que vertías en los sitios silenciosos
donde la ciudad descansaba entre el breve latido de las flores.
Cómo amabas la luz de la mañana
esa luz que en las cafeterías se vuelve mariposa
y navega como dormida en el humo de los cigarrillos.
Entonces tú temblabas como una enredadera
eras un puñado de sílabas que oíamos con cariño
y guardábamos religiosamente en el corazón.
Si pudiera traer tu voz
(ya no tu sombra
porque tu sombra palpita en la raíz
en el vuelo de la mariposa)
las llevaría por el mundo
por los sitios donde se apaga la alegría del hombre.
A veces sueño hallarte a la vuelta de la tarde
o en las cafeterías
donde te esperábamos ansiosos
con la aromada taza de café.
Cómo hace falta tu voz hermano mío
tu voz a veces dulce como el agua o como el mundo de las frutas,
voz aromada y fresca.
Un día recuerdo en una aldea entre el canto de los pinos
al escuchar tus poemas en labios de niñas campesinas
sufrí tu ausencia
sentí que hacías falta
y comprendí que teníamos que recoger tu voz
tu claro ejemplo y tu tristeza
porque también eras triste como yo.
Por tu tristeza morías y te volvías yermo
y en tu habitación de varón solitario
entre la ausencia de los zapatos vacíos
de los trajes en las perchas
de las camisetas tiradas en el suelo
de los libros en los estantes silenciosos
y de las fotografías de tu abuelo de tu negrito de sonrisa alegre
te veía llorar
andar como una bestia desolada y tímida.
Cómo buscabas entonces las guitarras
y bebías caña y te embriagabas porque ya no podías sostener tu tristeza
pero ahora has muerto
allí están tus ojos duros apagados
tu calavera tu semblante de ceniza.
Allí estás y pienso que yo y todos tus amigos nos hemos de morir.
Pero por ahora
pero por ahora hermano mío
recojo tu grito
tu herencia musical
de enamorado amigo del mundo del niño y la naranja
de enamorado amigo del pájaro del hombre
y de las guitarras jubilosas que pulsa la mano mágica del pueblo.
Yo me doy el lujo de volar en una alfombra
Yo me doy el lujo de volar en una alfombra
de palabras
yo me quedo los domingos horas enteras
frente a la Venus de Milo
imaginándola descender contenta para abrazarme
o me enojo con la Victoria de Samotracia
por los domingos sin fin
que he pasado los ojos de tierra
frente a los ojos inmortales
estas cosas ni la mujer de uno comprende
de todas maneras yo desconfío del Decamerón
desconfío de ese libro de teología
del teólogo de Cervantes
hablo del sabio
cardenal romano que escribió ese libro matemático
en sus palacios y jardines
oyendo violines y clarinetes.
Antonio Machado
Vi
un ramito de violetas
brotó el llanto.
Pensé en Darío agonizando en su Nicaragua natal
pensé en todos los herederos de Cervantes
que no fueron laureados
ni amados.
Lloré por Góngora loco
por Vallejo enfermo
por Gavidia anciano.
Maestro
tu prosa
tu verso
me alivian.
Nabucodonosor no fue perdurable
el fariseo de Carter lo será menos.
Roberto Armijo. Poeta oriundo de El Salvador, nacido en Chalatenango en el año 1937 y fallecido en París en 1997. Formó parte de la Generación Comprometida.
Comentarios
Publicar un comentario