Tres escritoras salvadoreñas

 Fernando Llort


Leyla Patricia Quintana Marxcelli


Viaje por El Salvador


Saliste del vientre de Santa Ana

prima de San Vicente y mujer de San Miguel

caminaste vestida de Cuscatlán

arrastrando un Usulután en la piel

y charqueando un infiel San Salvador


Chalatenango te detiene con sus bellos senos

cuando Morazán te hizo seguir con su fusil

desprendiéndote del pezón endurecido

de Chalate en un charquear los ojos


Cayendo en las faldas de Ahuachapán

donde bebiste el sombrero de Sonsonate

ese que te embriagó de calor y sombra.


La Unión de tu pueblo hizo que tu

Cabañas de La Libertad a La Paz.


Deudas


Vos le debés mucho a la vida

para irte así porque sí,

tenés una maleta llena de deudas.


Le debés la única infancia que te encarcelaron

la que encasquillaste a un paraje del invierno

también el mar que se negó a arrullar tu niñez.


Le debés los hijos que vertiste en mi vientre

y que nunca pudieron germinar.


Aquel cheje que pintaba el cielo de acuarelas.


Toda una ráfaga de besos que no sembraste,

las cucharas de veranos que regalaste,

el ardiente paseo en que nos estrellamos.


Debés muchísimo más de lo que tenés

bajo esa camuflada sepultura.


Curriculum vitae


Mi tarjeta de presentación es la lucha

mi título: El sacrificio que goteamos en cada canto.


No procuro un cartón que dibuje fielmente

y en letras de sacrilegio

un puñado de avaricias desgreñando mi nombre

ni tampoco espero un retablo

en la pared de la hipocresía

donde una simple y forzada sonrisa pinte

mi humillante rostro.


Lo que quiero es anunciar mi fatiga

que por la vida espera sacar a flote

la aguerrida bandera que encierra a la esperanza

y si no puedo librar mi indignación de la serpiente

trenzaré valores y anidaré tempestades

para que en ellas muera.


Publicados anteriormente en:

La poesía de Amada Libertad (lapoesiadeamadalibertad.blogspot.com) 


Lilian Jiménez


Poema a El Salvador 


Sangre de El Salvador hay en mis venas

nacida, fruto cálido, del pueblo

como parte de un río que se vierte

en el inmenso mar americano.


Tierra querida, Cuscatlán antiguo,

trayectoria de mitos y de símbolos,

azules espirales de la Historia

de una tribu pipil que buscó ansiosa

su libertad y su destino.


Renace de la muerte

el indio altivo,

Atlacatl soberano con tatuaje de piedra

hallando eternidad en cada hijo

que ha recogido

su legado de siglos.


Resuena en la gran boca del Izalco

el encendido signo

que se cuajó en estrella

desovillando luces de esperanza,

y un hálito de flechas y espadas

anuncia al hombre la pujante fuerza

de mi pueblo viril que hoy se encamina

a la visión perenne del futuro.


Y yo te amaba


1

Y yo te amaba

antes que el rocío

cayera como lágrima en la tierra,

antes de que los campos

se inundaran de luz en la mañana,

antes que la materia

sacudiera el silencio

al revelar su signo.

Y yo te amaba desde siempre

y te buscaba en la espiral del tiempo:

en cada edad y en cada círculo

del porvenir incierto,

a través de la lluvia y de los mares,

a través de la sombra y del abismo,

a través de mi grito y de mi sueño.


2

En las calladas noches

esperaba tu barco

para que anclara un día

sobre mi corazón de fuego.

Y vencedor llegaste, desatado,

a mi sedienta isla

con esa magia que te ha dado el tacto.

¡Oh, sitiador violento

de todos mis caminos!

Y vencedor llegaste, perforante,

a turbar el silencio

de mi febril espera.

Y a mí viniste,

vertiginoso río,

sobre mis valles y montañas

a destrenzar los vientos

y a despertar los pájaros del sueño.

Y a mí viniste

con resplandor de estrella

hombre de musgo y de metal oscuro,

pleno de gozo,

para abonar en fiesta

el vaso taciturno de mi cuerpo.


3

Una pirámide, un templo

alzóse con tu imagen.

Fundiste entre mis aguas

tu rostro de granito.

Ahora la esperanza

como sedosa hiedra

ha subido segura por mis huesos.

Hay un incendio

de amor sobre mi pecho:

crecen las llamas de mi propia brasa.

Agitaste pasiones

sobre el tendido valle de mi cuerpo:

vivió el calor, la luz;

el vino de mi sangre derramóse

en ondulante río,

crecieron las rosas del silencio

y un vendaval de ruiseñores

cantó la Primavera.


4

Por tu cuerpo de miel

sonríe un mundo musical,

de extraña aurora:

entretejidos sueños para el hombre

que vuelca su esperanza

en colectivos rostros.

Acaso en uno de tus puertos

quedóse un jeroglífico

quizás indescifrable…

Hay un cristal azul sobre tu pecho

que refleja otra patria y otro siglo,

un vuelo de palomas por tus manos

y un olor a limón en tus colinas.

Eres la tierra,

el rumor intacto,

el agua transparente y la poesía.


5

Quisiera estar contigo

temblante cada noche

—gacela herida a tu costado—

donde siempre el silencio

tendiera ya sus alas.

En la callada pieza,

en donde queda el aire detenido

en cada cosa,

y se duermen los ecos y los ruidos;

cuando el gemir yacente no te puebla

y se quedan tus labios apagados

—amortajadas rosas del silencio—

tus poros brotan un sudor tranquilo

que va cayendo de tu piel oscura

como rocío de la noche inmensa:

quedando florecido

el trébol soledoso de mi cuerpo.


6

Hoy pudiste conducir

tu deseo hacia mis muros,

sumergirte gozoso

en los ocultos mares de mi gracia,

hombre de sed, de húmedo tacto,

descubridor de mis sentidos,

buceador en las aguas

de mis ríos lentos.

Tuyo es mi barro

con su antigua leyenda

de palpitantes sueños

y tuyo mi destino

de sinuosos cauces.


7

No me dejes a solas

con el roto silencio

y con la inocencia perdida.

No me dejes a solas

como temblante estatua

en luminoso fuego.

No me dejes en sonorosa

marea amurallada

en este laberinto de la vida.

Deja que mis ojos se sequen

de mirarte siempre

y mis palabras giren

llenas de júbilo

para buscar el viento.


Publicado anteriormente en: 

Liliam Jiménez: “Y yo te amaba” (poesía) – La Zebra 


 Lil Milagro Ramírez


Sembraremos


Sembraremos

a golpes si es preciso,

araremos la tierra siempre fértil

y en el profundo surco abierto,

lanzaremos semillas,

sembraremos


Lucharemos

hasta que el hombre se ilumine de sonrisas,

hasta que sea su destino

el esperado encuentro con la paz,

lucharemos

hasta que el hombre nazca,

y,

entonces

construiremos

para que el hombre viva,

para que el hombre dé a sus hijos

toda la herencia de la tierra…

desde lo más profundo

vendrá la arcilla

y construiremos.


Despertar


Yo era mansa y pacífica

era una flor,

pero la mansedumbre no es un muro

que cubre la miseria.

y vi las injusticias

y ante los ojos asombrados,

estallaron las huelgas y las rebeldías

del hombre proletario.

y en vez de absurdas lástimas,

de hipocresías compasivas,

brotó mi indignación

y me sentí fraternalmente unida

a mis hermanos,

y toda huelga me dolía,

y cada grito me golpeaba

no solo en la cabeza o los oídos

sino en el corazón.

cayó mi blanca mansedumbre,

muerta a los pies del hambre,

me desnudé llorando de sus velas

y un nuevo traje me ciñó las carnes.

primavera de lucha son ahora

mis brazos,

mi enrojecida sangre es de protesta,

mi cuerpo es verde olivo

y un incendiario fuego me consume

...y sin embargo,

sigo siendo como antes,

amante de la paz

quiero luchar por ella

desesperadamente,

porque desde el principio

yo soñé con la paz.


Publicado anteriormente en:

 BLOG DE LA PERSISTENCIA: Poemas de Lil Milagro Ramírez (baneste.blogspot.com) 

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