Al revisar la historia de nuestra literatura se evidencia de inmediato el reducido sitio que ocupan las mujeres en compilaciones, investigaciones y programas de estudio, tanto a nivel de educación básica como en estudios superiores. A lo sumo, encontraremos menciones cargadas de condescendencia y prejuicios de género. Aunque existen esfuerzos por lograr ese equilibrio, la mayoría de las veces las mujeres no figuran en dichos espacios. Con esta premisa, como La Página Desértica, organizamos un ciclo de ponencias sobre literatura de mujeres centroamericanas titulado María Jesús López, poeta salvadoreña con la que abrimos la presente publicación. Para quienes pudieron seguir las transmisiones del evento en Facebook, notaron la ausencia de las ponentes invitadas, quienes, a nuestro pesar, no pudieron participar por razones personales y laborales.
Por otra parte, sabemos que en el ámbito literario está presente la omisión y, por tanto, el desconocimiento de escritoras que formaron parte de alguna generación literaria o, que han pasado a la memoria colectiva como “la esposa de Fulano”, “la eterna enamorada de Sutanito”, negando su condición de intelectual, gestora o artista, de manera que su obra se asocia únicamente a sus relaciones interpersonales. A pesar de ello, sabemos que existe mucho más: una larga tradición de autoras que, a pesar de los prejuicios, la carga mental de un hogar y la poca inclusión, tejieron una obra lírica que es reflejo del período histórico vivido, su particular visión de mundo y modo de enunciar. Muchas de ellas también han unido oficio poético, academia, investigación, mundo editorial, e incluso, otras disciplinas artísticas tales como el teatro o la pintura. En otras palabras, no se han limitado a ser musas: son creadoras de su propia obra con un talante distintivo.
Les invitamos a leer este dossier de poetas salvadoreñas, donde encontrarán diversidad de temáticas y matices. Por supuesto que harán falta voces, sin embargo, que la presente muestra poética sea una excusa para acercarnos a estas y otras autoras, algunas incluso duramente olvidadas, pero que constituyen sin lugar a dudas, nuestra genealogía literaria.
Jesús López
San Vicente (1848- ¿?)
La primera poeta salvadoreña de la que se tiene evidencia histórica. Se desconoce el año de su muerte. De ella se conservan solo dos poemas: A una rosa y Salve a María Santísima. No publicó libro. Por desdicha, contamos con muy poca información sobre ella.
A una rosa
En donde están los colores
que ostentabas orgullosa,
cuando aromada y hermosa
lucías en el pensil;
cuando entre hojas de esmeralda
tenías por atavío
rico aljófar de rocío
una mañana de abril;
¿Cuándo toda la pradera
embalsamaba tu aliento,
y el pajarillo, contento
en tu cáliz se embriagó?
como una linda sultana
en un herén de delicias,
recibías las caricias
que al aura te prodigó.
Hoy, tan solo te acompaña
recuerdo triste y penoso
de aquel pasado dichoso
que creíste eterno bien.
entonces, leda y afable
te halagaba, la fortuna;
mas hoy, no encuentras ninguna
ventura de aquel edén.
Ahora te veo mustia,
sin follaje, ni olores,
sin esplendor, sin colores,
sin esperanza ni amor…
¡Pobre flor! Pasó tu encanto,
cual pasa todo en tierra,
tal es la dicha que encierra,
este valle de dolor.
Yo, al considerar tu suerte,
pienso en mi triste vejez;
cual de ti, de mí se aleja
la juventud y me deja
la amargura y la aridez.
Fuente: Las muchachas de la última fila. Índice general de poetas salvadoreñas (Zeugma Editores, San Salvador, 2017).
Florinda B. González
Santa Ana (1878-1952)
Se suele ubicarla en la segunda promoción romántica propuesta por Luis Gallegos Valdés en Panorama de la literatura salvadoreña (1981). También fue conocida con el seudónimo Flora. Publicó en la revista La Quincena (1903) de la cual era corresponsal. Fue redactora del diario santaneco El esfuerzo (1913). Se dedicó a la docencia. Fue la primera mujer poeta en publicar poemario. Obra publicada: Flora lírica (poesía, 1906), Hojas de otoño (poesía, 1940), Jardín Nazareno (poemario póstumo, 1954).
Ofrenda
A Salvador Turcios R.
(fraternalmente)
No extrañes, hermano, mi humilde vivienda;
Yo soy cual las aves errantes del mar,
o cual los gitanos que plantan su tienda
Doquiera el destino los lleva a posar.
Y es que de la vida en la diaria contienda
la suerte me ha vuelta la espalda al pasar;
por eso es tan pobre y humilde mi ofrenda
con que mi cariño te quiere obsequiar.
Mas tu harás de caso que al campo has venido
y el canto de un ave cualquiera has oído,
de un ave que quiere y no puede cantar.
Y es que tú mereces un canto sonoro
como los que vibran en la lira de oro
¡que mágicamente tú sabes pulsar!
¿Dónde está, oh muerte, tu invencible aguijón?
Jesús, el nazareno, en una cruz pendiente,
murió entre dos ladrones, como un hombre malvado,
cuando su alma tan pura, exento de pecado,
es de santas virtudes la cristalina fuente.
Dos hombres se acercaron a su cruz, tristemente
y de ella descendieron su cuerpo ensangrentado;
y en un rico sepulcro, después de sepultado,
pusieron los romanos una guardia excelente.
Temprano del domingo, María Magdalena,
Al hallarlo vacío, sollozaba de pena…
¡Llegado había el día de la resurrección!
Y el cristianismo exclama, hoy que ya está en la gloria:
¿Dónde está, oh sepulcro, tu esplendida victoria?
¿Dónde está, oh muerte, tu invencible aguijón?
Fuente: Las muchachas de la última fila. Índice general de poetas salvadoreñas (Zeugma Editores, San Salvador, 2017).
Liliam Jiménez
Santa Ana (1922- 2007)
Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de San Carlos, Guatemala. Se dedicó al periodismo. Vivió en Guatemala de 1945 a 1954 y en México de 1955 a 1957, luego de 1962 a 2007. Perteneció al Grupo Sakerti, que se mantuvo activo durante los años cincuenta en Guatemala. También cultivó el ensayo. Su poesía oscila entre el intimismo y la militancia política. Obra publicada: Tu nombre, Guatemala (poesía, México, 1955), Sinfonía popular (poesía, México, 1959), Condiciones de la mujer en El Salvador (ensayo, México, 1966), El corazón del sueño (poesía, México, 1968), Insomnio en la cárcel y otros poemas (poesía, México, 1980), El Salvador, un proceso de lucha irreversible (ensayo, México, 1982), Canta Corazón y canta (poesía, México, 1983), Guatemala rosa herida (testimonio, México, 1933), Hoy el alma soporta hablar de los fantasmas (poesía, San Salvador, 1997), La palabra y la vida (compilación de su obra poética, México, 1998), y Canta corazón y canta (Antología, DPI, San Salvador, 2002).
El vientre de mi madre
IX
Un día trece de diciembre
cuando el dolor se confunde entre las sábanas
el vientre de mi madre abrió su boca,
su débil túnel de cristal oscuro,
y de estos labios tibios, sin vos, surgió la queja.
Cayó una niña en el discreto lecho en su desnudez
primera.
No fue varón para obtener un éxito.
Mi madre no quiso ver mis ojos,
mis pozos redondos llenos de agua.
Exilio (fragmento)
De mi patria salí, de su extensión sedienta,
de sus dormidos lagos y desatados verdes,
de su embriagante sol y sus volcanes altos,
de ese lugar en que naciera un día,
pequeñita, ataviada de candores
con mi voz vegetal y con mi sueño.
Bajo los negros párpados de piedra
sepultaba el camino de las lágrimas
ese túnel de cal que nos conduce
a triturar el alma contra el fuego.
Sola salí, sonámbula y herida;
pero me fui luciendo contenta mi tristeza.
Sola salí en mi violento incendio
haciendo lo imposible por quedarme
mas mis alas luchaban por marcharse.
Yo he de volver, patria, a tus rodillas,
a tu pecho de roca donde el cafeto crece,
a tus brazos de noche iluminada.
Acariciaré tu piel de aire transparente,
tus cabellos de silenciosa espuma
y tus graves senos de volcán alzado.
Yo sé que un día reposaré tu suelo,
como la ola he de irme hacia el regreso,
quizás como la ola soy simple pasajera
con el placer de navegar sin término
Fuente: Canta corazón y canta (Antología, DPI, San Salvador, 2002).
Mercedes Durand
San Salvador (1933-1999)
Fue poeta, narradora y periodista. Vivió durante mucho tiempo en México. Fue miembro del Cenáculo de iniciación literaria, Grupo Octubre y Generación Comprometida. Este último detalle, casi siempre es desconocido o pasado por alto al hablar de dicho grupo. Perteneció a la Federación Latinoamericana de Periodistas (FELAP). Obra publicada: Espacios (poesía, México, 1955), Sonetos elementales (poesía, San Salvador, 1958), Poemas del hombre y del alba (poesía, San Salvador, 1961), Las manos en el fuego (poesía, San Salvador, 1968, en coautoría con David Escobar Galindo), Las manos de los siglos (poesía, México, 1970), Juego de Oüija (cuento, San Salvador, 1971), Todos los vientos (Antología de su obra poética, San Salvador, 1972), A sangre y fuego (poesía, México, 1980)
Mundo vegetal
Yo conocí la edad
de la palmera
y el verbo de los blancos arrozales.
EI
mundo de los seres vegetales
me dio la
anunciación de Primavera.
La rosas visitaban a la higuera,
el
bálsamo curaba a los maizales,
el pino repartía madrigales,
la pascua su encarnada cabellera.
Hermano era el
abeto de las tunas,
amigo era el maguey de la gladiola,
y
novios tulipanes y aceitunas.
iAmor, se
respiraba verdemente!
iAmor, gritaba al viento la corola!
iAmor fue la canción de la simiente!
Llanto
Soy una mujer sin
lágrimas.
La sal no resbala sobre mis mejillas:
madre
murió,
hijo vaga por el mundo,
carezco de nietos.
Tengo
dos cosas por las cueles vivo:
la fe en mi pueblo
y el
amor inmenso que me une a tu paso.
Pero la noche del 22 de
enero
cuando vi caer a mi gente,
ametrallada por la furia
de los innombrables
cerca del Parque Barrios y en el corazón
de San Salvador,
entonces la casa se llenó de gritos,
lamentos y gemidos...
Perros aullaron en todos los
contornos,
lechuzas silbaban frenéticas derritiendo el
asfalto,
ojos me salían de las órbitas
y por fin
dormí
ahogada en llanto.
Fuente: Las muchachas de la última fila. Índice general de poetas salvadoreñas (Zeugma Editores, San Salvador, 2017).
Silvia Ethel Matus
San Salvador (1950)
Socióloga. Cultiva la poesía. Ha publicado en el Suplemento Cultural «Tres Mil» de Diario Co Latino (1903), en revistas y antologías. Obra publicada: En la dimensión del tránsito (poesía, San Salvador, 1996), Insumisa primavera (poesía, San Salvador, 2002) y Partisana del amor (poesía, Guatemala, 2011).
Infectos de
desamor
Infectos de
desamor,
dejando rastro
de mutilados cuerpos
pagayos
desplumados en las esquinas de la ciudad.
Máquinas
tragamonedas
boIsas de supermercado
y el verdor del
follaje.
¿Qué importa
quién era esa mujer que
esperaba el autobús para llegar a
casa y no llegó?
¿o el nombre de quien delira
el rostro
de su amante ante la daga en la orilla de la noche?
¿o de la
suicida adolescente con azucenas en el vientre?
¿o el loco
sucio que sonríe con hologramas
y visiones?.
Infectos de desamor estamos
¿Quién podrá salvarnos de nosotros mismos?
Éxodo
He huido de sus
territorios y
rituales circunscitorios,
me indigna su
exactitud
al decretar la muerte,
me río de sus cálculos
bancarios,
de sus miedos a perder
lo siempre mal
habido.
De sus máscaras
de papel carcomido por la orina.
Sí, ustedes,
banqueros
leguleyos
politiqueros
pastores,
y obispos condenatorios.
El poder me es
ajeno...
iExcepto cuando mi cuerpo estalla en un orgasmo!
Fuente: Las muchachas de la última fila. Índice general de poetas salvadoreñas (Zeugma Editores, San Salvador, 2017).
Kenny Rodríguez
La Libertad (1969)
Abogada y poeta. Perteneció a los talleres literarios “Shilut”, “Quiriguá”, “Xibalbá” y “La Pinta”. Ex presa política, estuvo organizada en el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Ha publicado los libros de poesía Cárcel de mujeres (Quezaltepeque, Fundación Quino Caso, 2011), Libro Secreto, (Quezaltepeque, Proyecto Editorial La Chifurnia, 2011), Concierto para Eva (San Salvador, Cabudo Cartonera, 2016) y las plaqués Dos voces para un tiempo (Publicación artesanal con Susana Reyes, 1998), Pequeñas cartas de amor bajo su almohada (Quezaltepeque, Proyecto Editorial La Chifurnia, 2018). Su testimonio está incluido en el libro “Tomamos la palabra. Mujeres en la guerra civil salvadoreña (1989-1992)” de Juana Ramos y Margarita Drago, UCA, 2016.
Cuerpo
Mi cuerpo
amalgama de lo santo
y lo profano,
amasijo de alegrías
y tristezas,
barro adolorido
bajo piel mestiza,
continente independiente
sexuado hasta los sueños
desterrando sus prejuicios.
Montaña ancestral
Reclamando territorios
a la vida,
lucecita multitonos
multiplicando su sangre
bosque nebuloso de cavernas,
tejedor de lunas y quimeras.
Guacalito de morro
en que desbordan mis ideas
en que gobierna mi corazón amante,
sos tosco, sencillo
improfanablemente mío.
Porvenir
XVIII
Siquiera lloviera
un poco de tu voz
sobre esta niebla de recuerdos;
anoche te soñé tan firme
de mano al futuro;
y no encontré cómo nombrarte
entre tanta vida que me diste
entre tanta muerte que ocultaste
entre tanta esperanza
que vos me depositaste,
en este rinconcito de mi vientre
al que nombraste: Marcela.
Fuente: Cárcel de mujeres (antología poética, Luna Insomne Editores, 2018)
Susana Reyes
San Salvador (1971)
Poeta, editora, actriz, profesora. Ha trabajado como docente de lenguaje y literatura en diversas universidades y ha participado en programas de formación literaria para jóvenes y maestros. Dirige Índole Editores y preside la Fundación Claribel Alegría. Imparte talleres de creación literaria para jóvenes y adultos. Pertenece al grupo literario de mujeres Poesía y Más… Ha publicado: Los solitarios amamos las ciudades, Postales urbanas y Vitrales e Historia de los espejos.
Álbum de niñas con abuela (fragmentos)
Solo quedan las fotografías
Una aventura de sal y la cuna de tu boca
Bajo el ángel un sueño postergado
una mano que no fue
y el abismo hecho de silencio
- - -
*
Venías con octubre en los labios
con el corazón hecho una bóveda
con el tropiezo de los días.
Te sentabas como un perro
que espera al amo ausente
a quien oye en sueños llamarlo en la llanura
Compartías la mesa
con el gesto de los niños hambrientos
con la angustia del vagabundo
Llorabas como llora el mar en la madrugada
Te acostumbraste a desprender una luz
(que te mata cada noche)
porque te acostumbraste a su dolor
a un incómodo resplandor en las entrañas
a su forma de amar y acomodarse
y te sabes fuerte
porque eres capaz de tragar luz y no llorar.
Fuente: Los solitarios amamos las ciudades (Índole editores, 2014)
Krisma Mancía.
San Salvador (1980)
Estudió letras en la Universidad de El Salvador (UES), teatro en La Escuela Arte del Actor y perteneció al Taller de Talentos de la Casa del Escritor bajo la tutela del escritor Rafael Menjívar Ochoa. Además, tiene formación en escultura y cerámica por el Centro Nacional de Artes (CENAR) y desde muy joven recibió formación integral de Género y Derechos Humanos. Aparece en varias antologías literarias, en diversos periódicos y revistas culturales, y ha participado en festivales, conferencias y recitales literarios a nivel nacional e internacional. Ganadora del Premio Internacional de Poesía Joven La Garúa 2005. Obra publicada: “La era del llanto”, en Dirección de Publicaciones e Impreso, El Salvador, 2004; “Viaje al Imperio de las Ventanas Cerradas”, en la Editorial La Garúa, Barcelona, 2006; “Nueva cosecha”, en primera edición por la Editorial Casa de poesía, Costa Rica, 2016; “Pájaros imaginarios y trenes invisibles entre tu ciudad y la mía”, en la Editorial Valparaíso, España-El Salvador, 2016.
IX
Adoro las mujeres que habitan dentro de ti.
El movimiento de sus manos al ritmo de los abanicos,
las gotas de sudor mojando sus cuellos largos
o el descuido de un escote cuando escapa un botón.
Adoro sus risas, sus gripes, su poca vida y su mucha fe,
sus uñas arañando el cielo, sus ganas de quererme,
sus furias, sus fuegos, sus felinas lenguas en mi oído.
Adoro la rosa náutica de sus poemas
resbalando en la comisura de sus labios
o ese mar repitiendo cien mil veces cien que si muero
será porque me quedé
habitándote.
XI
He tenido dentro de la cabeza
un ave golpeando el mar,
un gato asfixiándose por una correa,
una flor nocturna en un paisaje solar,
una mano al fondo del agua fría,
la tierra que se acaba y el vacío que empieza,
el martillo que palpita en el pecho,
el aleteo de una mariposa acercándose a la llama de una vela,
el espectro que camina y que pregunta y que nadie le responde,
el rumor de las hormigas llevando su gota de agua,
la música desafinada de una sábana puesta al sol,
mi mano en tus labios y tus labios en mi mano
y he permitido alguna vez
que se me rompa el corazón mientras abro la ventana,
que las uñas se quiebren en una piel soñada,
que los pies se alejen unos centímetros del suelo
cuando una cazadora de pompas de jabón
se imagina como una domadora de escaleras.
Domadora del cielo.
Alguna vez se debe amar un cielo,
como naufragar en un barquito de papel.
Siéntete luz
porque yo seré tu cielo.
Fuente: Nueva cosecha (Costa Rica, Editorial Casa de poesía, 2016).
Rebeca Henríquez
San Salvador (1982)
Estudió Educación Artística en la Universidad Dr. José Matías Delgado. Ha ganado el Premio Único en los XX y XIX Juegos Florales de Usulután en el género de poesía. Certamen nacional para jóvenes. 2011 y 2012 y el Premio Único en los XVII Juegos Florales de La Unión en el género de poesía infantil. 2012. Ha sido incluida en los libros de texto de lenguaje y literatura de educación básica del MINED, 2020, y en la libreta “Lluvia de estrellas”, publicada por la Dirección Nacional de Educación de Primera Infancia del MINED. 2017, 2018, 2019 y 2020. Aparece en la Antología “Poeta soy, poesía de mujeres salvadoreñas” publicada en la Biblioteca Básica Escolar del MINED, 2019. Obra Publicada: En el año del error (Poesía, Editorial Río Güija. 2016), El verano aventurero (Poesía infantil. Colección Juegos Florales Vol. 8. Dirección de publicaciones e impresos de la Secretaría de Cultura de la Presidencia. 2013), Antología de poesía joven salvadoreña “Las otras voces”. Poesía joven (Dirección de publicaciones e impresos de la Secretaría de Cultura de la Presidencia, 2011) El viaje inolvidable (Poesía infantil. 2014. Publicación digital).
Origen
Una niña siempre escalaba un árbol antiquísimo;
su cabello albergaba a las inquietas ardillas,
su cabeza colgaba como fruto de cacao
y su risa, era un trino.
Yo la miraba con recelo.
Nunca pude escalar.
Una tarde cubrí mis ojos con el anhelo perverso
de una caída: invoqué la fatalidad.
Todo se aclaró, y la niña que mutaba en flor
estaba crucificada en el follaje de un árbol nuevo.
Los bálsamos trenzaron líneas negras,
senderos prolongados en el aire;
con el crepúsculo, las golondrinas
descansaron sobre su negrura.
Los árboles de fuego se volvieron
pigmentos cenizos en el cielo.
Las araucarias, torres de cemento.
Si hubiese advertido que ese deseo
convertiría a la música en lo terrible,
hubiese deseado el silencio.
Herencia
Aquellos errores que trascendieron;
los que elevaron columnas de humo
y oscurecieron el firmamento,
los cometieron los padres de nuestros padres.
Aquellos errores que trascendieron;
los que esparcieron el petróleo
y ennegrecieron el océano,
los cometieron nuestros padres.
Aquellos errores que trascienden;
los que arrumban los árboles
y vuelven desiertos los bosques,
los cometemos nosotros.
Aquellos errores que trascenderán;
los que despojarán el espíritu
y exiliarán la sensatez,
los cometerán nuestros hijos.
Aquellos errores que trascenderán;
los que mutilarán el alma
y trocarán la vida por la fatalidad,
los cometerán los hijos de nuestros hijos.
Entonces, ya no habrá retorno.
Fuente: cortesía de la autora.
Liza Alas
San Salvador (1982)
Artista plástica y poeta de El Salvador, ha participado en exposiciones colectivas e individuales, así mismo, en Festivales internacionales de pintura y poesía. Cuenta con un poemario publicado “Morir un poco menos” con ilustración de portada y dibujos del cuadernillo, de su autoría. Ha trabajado gestión cultural en su país, en proyectos con La Unión Europea y el Centro Cultural de España de El Salvador, entre otros.
Ausencia
Amarrar dos lazos al cielo
subir con un estruendo de mil faldas amplias
coloridas las faldas de sol y montaña
bajan y suben unas entre otras
aplauden como entre olas
gritan alegrías
aplauden mi partida sin retorno
porque ya nunca volveré.
Ganas de llorar a escondidas
despedidas como figuras de mármol ausentes
huesitos de pájaro libre
manos buenas y abiertas con olor a insecto.
Hablar con mi voz es como escuchar al viento
abrazar mi cuerpo es abrazarte vos mismo en la profunda noche.
No me escuchés con los ojos abiertos
Cerrá los ojos
Bien cerrados para que no me podás encontrar nunca
Para que por ningún motivo me imaginés
Ni siquiera acurrucada cantando palabras.
Yo nunca estuve.
Las hojas que escribí nunca las vieron
mis pasos y mis zapatos nunca existieron
y mis besos nunca nadie los recibió,
sutiles y errantes besos bajo la lluvia.
Las nubes que parecen blancos conejos
muerden los lazos pegados al cielo
y me llevan lejos, muy lejos,
tan lejos que el tiempo eterno se vuelve espacio,
por eso no me llevo nada
nada que me asfixie en mi viaje secreto.
Todo queda y todo sigue.
Y me aplauden los que conspiran conmigo
los que confabulan con su silencio
y los que me gritan buen viaje desde sus jaulas
y esperan no estar para poder huir
con sus lazos pegados al cielo y conejitos blanco
o caballos negros que se los lleven lejos.
Un sueño tal vez
Tanta rabia
tanta herida
cuerdas de un mismo instrumento
violín garganta
Tímida voy abriendo espejos
palabras sin eco
¿Qué puede decir una loca?
solo delirios heridos
solo nombres sin dueño
¿Qué puedes creerme a mí?
si lanzo piedras al río que corre en mis sueños
y busco la tempestad para vivir en su seno
El oscuro y amplio firmamento me llama
como un espacio de mi propio mundo.
Abrazo rosales con tanto amor
que Picasso vuelve aquí a mi lado a rememorar
su locura.
No me escuches ni en el murmullo indescifrable
de los estruendos.
Fuente: cortesía de la autora.
Diana Castro
San Salvador (1991)
Estudió Licenciatura en Letras en la Universidad de El Salvador, siendo parte de talleres literarios dentro de la Universidad. Participó en cursos de actuación y puestas en escena con la compañía de teatro Razamaya. En 2014 participa con el poemario “Levedad de Voz” en el certamen centroamericano de poesía Ipso Facto de la editorial Equizzero, resultando ganadora. Posteriormente tuvo la publicación del libro, en 2015. En 2017 publica con el Proyecto editorial La Chifurnia, “Una mancha roja”. Y en el 2018 para la revista costarricense “Pez soluble” en el número de poesía salvadoreña joven, entre otras revistas y medios digitales nacionales y extranjeras. Parte de su obra se encuentra inédita.
El golpe en el escapulario
Se definió un viernes que la muerte
no es sino la interrupción de mi
irrupción en el acto de Semana Santa
en la escuelita de monjas y flores.
Con las alas mal puestas uno se emociona
y se pone a pensar en la cara de alegría
que se debe poner cuando la niña disfrazada
de Jesús salía de la cueva con la barba y los
brazos esbozados.
No sabía nada de calvarios, no sabía
de qué estaba hecha la cruz ni los lamentos,
sabía de mi traje de ángel blanco y de mis
manos que temblaban porque ya tocaba salir
y hacer como que se volaba y se regocijaba,
escondí mi cuerpo detrás de una sábana que
hacía de sepulcro.
Miré al fondo de la puerta de la escuela.
Eran los zapatos pequeñitos de mi hermana.
Eran los zapatos grandes de mi vecina.
Vinieron por mí esos zapatos, esos que reconocí
y que era lo único que alcanzaba a ver escondida
en el sepulcro esperando mi intervención angelical.
No pude volar. Me soltaron las alas y me llevaron
En pleno viernes santo
antes de todo.
¡Ah, la santa voluntad de los abuelos!
Acerca de las hojas de hierba
Fuimos jóvenes malignos,
le cantamos cosas oscuras
a la madre.
Caminamos vertiendo nuestra
soledad en copas,
explotando en la noche,
envenenando sirenas.
Hicimos junto a nuestro futuro
una fiesta de muertos.
Y odiámoslo todo.
Jugamos a los malditos,
a los ansiosos, a los reyes
de otros mundos,
y nos deleitamos bendiciendo
la hora de la danza secreta.
Pero las hojas,
cayeron
cayeron…
No estaban muertas.
Andaban de parranda.
Fuente: Levedad de voz (San Salvador, Editorial Equizzero, 2015)
Ana María Rivas
La Libertad (1995)
Formó parte de la extinta Escuela de Jóvenes Talentos en Letras patrocinada por la Universidad Dr. José Matías Delgado. Fue miembro del Taller Literario Altazor y de otros talleres de poesía en los últimos años. En 2016, recibió el primer premio en la categoría de poesía en el concurso «La Flauta de los Pétalos», certamen de literatura hecha por mujeres, a cargo de la Universidad de El Salvador y el Centro de Estudios de Género. Parte de su producción figura en la compilación literaria «Sextante», en el área narrativa. Sus poemas han sido publicados en «Torre de Babel Volumen XV, Antología de la poesía joven de antaño», «Las muchachas de la última fila», antología de poetas salvadoreñas, y en la revista “Cultura N°121», de la DPI. Actualmente estudia Licenciatura en Artes Plásticas en la Universidad de El Salvador.
Historia de la canción de fuego (fragmento)
III
Hay un cuerpo de metal bajo mi cuerpo
Tú lo forjaste en tu corazón incandescente:
Aunque tu lengua era un eterno crepitar
amabas el frío originado por tus manos
amabas el metal de tus espadas llameantes
y hundías sus bordes en la soledad de mi cuerpo.
Aunque tu lengua era un eterno crepitar
tu corazón era hierro forjado de espinas.
VI
Canción de fuego, danzaré en tu vientre.
Y vestiré de la tarde de lluvia
a la que no llegaste a repartir tu incendio.
Ahora encuentro tu epitafio en mis manos
y tu beso ahora es solamente ceniza,
porque el hierro en mi lengua se ha vuelto una guadaña
y mi voz sólo hiere el aire con tu nombre.
Cómplices
El templo está por arder:
nuestros labios se rozan y encendemos el fuego.
Y qué felices somos,
desnudas, frente al altar de la muerte.
Ven hermana, asómate al espejo
contempla la belleza con que creció tu semilla
recorre los campos hacia el sur de tu cuerpo:
deslizaré mis dedos sobre tus montes.
Muerdo tu cuello y te escucho crepitar
lamo tus dedos que encontraron otro norte
yo soy tu viña, tu sed y tu vino
y habré de derramarme en ti.
Cierra los ojos y siente,
cómo nos acercamos al eclipse.
Niña mía, muévete en mis manos,
haz que tu vientre florezca en mi lengua.
Fuente: cortesía de la autora.
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