DE VUELTA AL PARAÍSO PERDIDO | POESÍA DE ÁLVARO DARÍO LARA

Richard Hamilton

Compartimos para nuestro lectores fragmentos del poemario De Vuelta Al Paraíso Perdido (1997) de Álvaro Darío Lara. 

DE VUELTA AL PARAÍSO PERDIDO. 

III.


Tertulias de amigos.

Agua nauseabunda.

Nada tiene de vital esta generación –se quejaba Homero.

Mutantes.

Necios palabrosos.

Nunca llegarán a la palabra del Monte Alto,

donde sopla todo el tiempo,

ahí hasta los pájaros han aprendido a cantar.

No pueden llegar.

Ella no se deja, no los deja.


Así dicen las profecías:

-Me acostaré con quien me busque en buena lid.

Y ellos –así- no te buscan.


Vomitan en el Palacio Real,

su vómito se derraba por los graderíos principales.

Ciérranse las nubes, pero no llueve.


Están destinados a heder eternamente.


V.


Sólo di como siempre lo necesario. Alma Mía.

Enjuta y pobre.

Partiendo de lo indispensable no dejes de indicarme la ruta.

Desvelareme mil, dos mil, diez mil noches,

recogiendo piedras, pájaros muertos, frutas podridas.

Luego dormiré años y años.

Todos mis libros se irán cubriendo de polvo.

Serán reliquias sagradas.

Me pareceré en todo a mi padre,

menos en la vocación de rígido horizonte.


Mírame bien, Alma Viva.

Luna Plena que te ríes de agricultores y pescadores.


Alma Mía, sólo di lo necesario.


VII.


Oscilabas el capote en la negra y roja plaza.

Trago de caña.

Bravío tabaco.

Tu voz echaba a volar a todos los ángeles de la cuadra.

Tensión de las tensiones.

Músculo y látigo.

Donaire en el mediodía.

Una pestaña tuya y se entrecortaba el aire.


Despójate de todo.

Escupe –seguro- sobre la arena.



X


Madre, se murieron los peces de colores.

Una lágrima caía del televisor.

Madre, arrópeme del frío del mundo.

Una sonrisa se elevaba de San José y el Niño.

Madre, cómpreme una caja de crayolas más grande.


En la noche había una gran batalla.

Los piratas desembarcaban.

Yo había enterrado el tesoro.

Pero ya no tenía memoria.


Un avión arrojó alimentos y el mapa.

Abrí la ventana. Geranios y bungambilias.

Una mujer envejecida, llena de telarañas, cosía en una rueca.

Me estrangulaban dentro de una bolsa de hule.

Perdía la respiración.

Mi padre veía pasar su vida como una película,

cuando se ahogaba en el lago de Ilopango.


Alguien hablaba de paz.

Tecleaba una vieja máquina de escribir.

Dios observaba las insignias en las guerreras

de la guardia nacional.


Los maquilishuats, amigo, están floreciendo.




San Salvador, El Salvador, (1966). Poeta, académico y crítico literario.  Entre los dieciséis y diecisiete años de edad, fue director del periódico estudiantil “El Cervantino”, órgano de difusión cultural de su colegio, Instituto Cultural “Miguel de Cervantes”, desde el cual inició su actividad en el periodismo y las letras.

Perteneció al Taller Literario Xibalbá, agrupación que aglutinó a significativas voces de los años ochenta. Licenciado (1996) y profesor en Letras (1993) de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas”, UCA.

Ha ejercido el periodismo cultural desde 1982, en medios impresos, radiales, televisivos y digitales. Su obra poética ha sido premiada  en certámenes nacionales e incluida en antologías salvadoreñas e internacionales. Asimismo sus ensayos y cuentos se han publicado en órganos locales y extranjeros. Profesor universitario en las áreas de literatura y humanidades.

Obras publicadas: Vitrales (poesía, 1987); Estaciones (poesía, 1994); Este reloj marca soledad (poesía, Nicaragua, 1995); Violeta de Contracorriente (poesía, 1998); Minotauro (1998); Los Vecinos de la Casa (antología de poetas jóvenes, 2001).

Es autor además de “Obras escogidas de Matilde Elena López” (edición crítica, Dirección de Publicaciones e Impresos, El Salvador, 2006) y “Obras escogidas de Ricardo Trigueros de León” (edición crítica, Dirección de Publicaciones e Impresos, El Salvador, 2007).

La poeta salvadoreña Lya Ayala (1973) ha expresado sobre la lírica de Lara: “El amor en los versos de Álvaro es un río, una fuente y el mar, el portentoso mar del olvido”.


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