DOSSIER DE POESÍA HONDUREÑA | PARTE III

PINTORES LATINOAMERICANOS-JUAN CARLOS BOVERI: Pintores Hondureños ...

Pintor: Maximiliano (Max) Euceda

La historia de Honduras se puede escribir en una lágrima, nos recuerda  Rafael Heliodoro Valle, y es cierto. Sin embargo habría que extrapolar  todo el espectro de los colores que la luz nos muestra al pasar por esa lágrima. La forma en la que cada visión se apropia de lo que necesita para revelar su realidad.

Acá algunas visiones de una misma estructura amorfa, y por demás está decir que hacen falta muchas otras lenguas-poetas que describan sus aproximaciones, así sin siquiera pensar que lo hacen, como debe ser. Estas personas son de hecho poetas que hacen de la escritura un lugar donde encontrarse, y quizá deban ser incluidxs a este abanico, pero sería demasiado largo lo que esta selección intenta poner frente a sus lectorxs. Quedará la responsabilidad de hacerlos visibles de otras maneras en la tela del espacio-tiempo.  

Acá hay una muestra caprichosa de lo que bien podría ser imaginar a un país, extrañarlo desde una tierra otra, vivirlo también desde la víscera, amarlo y sufrir su amor de múltiples formas y con los ojos llenos de distintos tiempos.  


Rommel Martínez



*


 

Leonel Alvarado


(1967). Poeta. Doctor en literatura hispanoamericana. Catedrático de legua Española y literatura hispanoamericana.



DE AMORES Y REMESAS


Western Union está locamente enamorado

de esta angoleña que apenas puede deletrear 

su nombre, llenar el formulario y presentar 

sus credenciales para demostrar que es ella, 

la que está de este lado despachando en números 

su amor por el distante. 



La mira, papeles en mano, el nepalí; 

la miro yo; la miramos todos los que estamos 

aquí queriendo, poniendo en cifras el cariño, 

pagando la deuda de estar lejos.  



El derecho de estar detrás de la angoleña 

se gana; usted cruza desiertos, se lanza al mar, 

se esconde en trenes, espera en campos de detención 

y si muere en el intento le pide a su cadáver 

que le guarde el puesto en la fila.



A usted lo trajeron los números, las ansias 

de llenar cucharas, la alegría de pagarles la felicidad 

a otros, de regurgitarles sus peces en la boca.



Amparados al cariño de Western Union 

usted el nepalí y yo somos esa angoleña 

que deletrea lentamente el nombre 

para que en el éter del mercado se sepa 

de donde partió este amor.


EL PESO DEL DICCIONARIO


Si usted abre un diccionario 

de, digamos 1930, no encontrará  

“bomba atómica”, “Hiroshima” 

sí está allí con todos sus habitantes.



¿Ya se había sacado de su costilla Dios 

las palabras “arma”, “victima”, “crimen” 

antes del nacimiento de Caín?



¿Será que el nombre precede al acto 

o que inventamos palabras que carguen 

con el peso de la sangre derramada?



¿Se ahogó todo el crimen en el diluvio 

o hubo una mancuerna letal que Noé 

pasó por alto?



La invención de dos palabras cambió 

la historia de Hiroshima como 

en la quijada del asno que mató a Abel 

están el nombre y el acto del crimen.


¿Qué atrocidades y qué palabras 

para nombrarlas están aún por inventarse?

¿Qué diccionario podrá con los nombres

de esa sangre?


Perla Rivera


(1982) Poeta. Docente especialista en literatura.



ESPECTRO

Tenía que elegir entre ser sumisa 

o abandonarte 

alma de hojalata sobre un rotulo de for sale.


Fragmentada 

era un naufragio 

hasta que borré el espectro 

ese día en que los silencios 

movían las azucenas en la maceta.

Mi dignidad reencarnó 

sobre un dolor de piedra.

Te nombro nada 

cuelgo el miedo pegado a mi piel 

lo extiendo como ropa sucia sobre alambre de púas 

no me desangro todavía 

porque encontré la cicatriz precisa 

que me reconstruye.


Agonizo de vos

la muerte es un viaje de luz caliente 

casi líquida 

que quema mi piel ingenua 

patria sobreviviente de lo cotidiano 

y de tus promesas.


TEGUCIGALPA 


Quiero superar la cruz que rodea esta ciudad. Acertijos que se balancean desde muchas lenguas.


No seré una espectadora, víctima de traficantes de exorcismos y mercaderes de ojos cerrados que inventan números detrás de las puertas.



Desobedezco como me enseñó mi padre, con mi rostro de hambre a cada uno de sus artificios y esquivo las tormentas  que babean sus bocas para que no se tiñan mis pasos de mansedumbre.

Se puede odiar invocando ángeles, pero también se puede llenar de piedras y de gritos los campos sepultados bajo el concreto.



Sigo sosteniendo que el paisaje guarda historias de hombres que han sido sacrificados por el silencio, que sus voces se entierran en el asfalto para despertar un día en la fiesta de la memoria recobrada. 





Fabricio Estrada



(1974)  Poeta. Narrador. Fotografo.



17


Nada he visto. Nada he visto que no sea un monumento inagotable. Parquedad. Inexorabilidad. Un inmenso juego escultórico para erigir la maqueta del diablo, demonio azul e infantil que satisface su ocio con repulsa.

Tres niños pidieron dinero por semanas para atiborrar de petardos su muñeco de Año Viejo, pobres niños, para reventarlo, para meter en él toda la malicia y el vacío.

Milicia ingenua, pidieron dinero por semanas, al pie de las gradas del peatonal, y nadie, nadie dio ni un centavo.

El obeso muñeco de trapos se inflaba por el viento mientras cientos aprovechaban para hacer su viaje al norte, con una cantimplora y cientos de dólares marchitos.


Foto # 1: El obeso muñeco de trapos junto a los niños.


Foto # 2: El caudal de personas indiferente y los niños halándoles la costura de los pantalones.


Foto #3: Los niños se miran. En Segundo plano, el triste trapo antropomórfico sueña con un corazón de mortero, con unos intestinos de metralleta, con un cerebro de cebollas que reviente como punto y estruendoso final.


A esa hora y de nuevo, en algún lugar de México, la diáspora es conducida a cautiverio. Sueño con el Ezequiel que saldrá de entre ellos para cantar la nostalgia, el pavor. Sueño con Daniel y no sé interpretar lo que veo. Nada he visto en los leones hambrientos que lo rodean. Nada. Todo secuestro terminará en masacre y puedo ver en los rostros que voy recolectando en la calle a los mismos que de un momento a otro decidirán seguir la huella de los cautivos. Una aseadora con su trapeador en el centro comercial, un mensajero con su moto bajo el semáforo, una recepcionista  intensa de mirada, un pálido cajero, todos, todas se irán para el norte, en un momento cualquiera, sin aviso. Sólo se irán y regresarán en avión pagado, deportados, felices de su primer vuelo, de regreso al vacío.


Los niños están en el pasamanos del puente peatonal. A su lado, el raquítico muñeco de trapo tiene vértigo. Ellos lo levantan en vilo. Piensan en la navidad, en la vanidad, en la dádiva huraña. Pero no hay navidad ni vanidad en el acto que ahora realizan.


Hay rabia, hay desilusión.


Foto # 4: El muñeco suplica por piedad.


Foto # 5: El tráfico de la hora pico.


Foto # 6: El muñeco es lanzado del puente y arrollado hasta sacarle sus viejas cobijas, sus almohadas renegridas, las franelas limpia parabrisas.


Foto # 7: Los niños levantando las manos con el anular erecto: fuck maldita navidad!


Titulares en la prensa: AÑO VIEJO ES ATROPELLADO EN BULEVAR CAPITALINO.


14



Lloverá.

Nadie lo espera

(

Una vez

Te hice feliz,

Nadie creía

).



Lloverá.


Lety Elvir



(1966)  Poeta. Ensayista. Narradora. Doctora de artes y letras en américa central.




CARTA A OFELIA



La noche es fría, llueve.

Palomas danzan 

en eco eterno 

por el quinto hijo 

que va a nacer.



Mamá:

La pesadilla persigue, 

estruja mis sueños; 

el agua no toca mi sed, 

mi mano no alcanza la suya 

ni sus caricias mi noche.



Mamita: 

Báñeme como a una niña,

no tengo alas, 

no tengo ojos, 

no tengo voz, 

sólo el recuerdo 

y paredes grises.



Mami:

Gracias, 

por compartirme con la vida, 

por compartirse con hijos 

de otras madres.



Madre.

Espéreme, 

como siempre, de sorpresa.



Yo llegaré…

Si no llego, llegaré después.

Si tampoco llego, 

yo la esperaré.


MUJER A TU MEDIDA




A Hilda Rosa López C.*


Es temprano, 

el “tigre”, motorista viejo, 

guarda impaciente 

a que pase el tren.



Todo se ve triste,  

dos acacias recién caídas 

conversan tímidamente.



Levanto mi vista

¡Alerta! 

esquina verde – olivo 

fieras al acecho; 

uno, tres, 

ocho 

siete disparos al Oeste 

de mi sangre coagulada.



-presiento que devoran- 

(Mirá a tu hija: te llama; 

un té de manzanilla 

en la mano de tu madre 

y una guacamaya del jardín 

que se niega a morir…)



quiero correr, 

desgarrar la pintura de sus rostros, 

ponerte al planeta por escudo…



El tren ha pasado, 

el tigre inicia su marcha, 

mi cuerpo sube; 

yo me quedo.


Déjame cerrar tus ojos, 

limpiar la pólvora 

que puso gris a tu belleza; 

besar tus sueños 

de niña buena, 

caminante junto a la historia 

¡Mujer a tu medida!


*asesinada por las fuerzas armadas de Honduras, el 13 de marzo de 1987. Acusada de “subvertir el orden”.


Selección a cargo de Rommel Martínez.


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