
ARTISTA: EDVARD MUNCH
POEMAS: IRMA LANZAS.
VAN LOS NIÑOS DESCALZOS
Bajo las golondrinas van los niños descalzos:
Son un presagio breve en medio de la tarde.
Alto camino de olas se pierde en el espacio,
hay un rastro de sombra…
Despedazando el viento van los niños descalzos,
(Cómo pesa la tarde,
y cómo pesa el frío
de esos pies).
Posiblemente cerca esté ardiendo un crepúsculo,
pero no puede verse,
porque sobre los párpados
se agolpan las miradas oscuras de los niños,
con su carga de sales,
con su cristal quebrado,
y el contacto ardoroso de su llanto encendido.
Arriba crece el canto de todas las bandadas,
pero no puede asirse,
porque sobre las manos
se sienten muchas manos que van hacia la tierra.
Son dedos de los niños con afán de raíces,
es el barro sombrío,
lo gris, lo silencioso,
lo que aprisiona el miedo,
caracolas alzando mareas de tristeza.
Bajo las golondrinas corre un tropel de voces,
y de manos heridas, y de pies sobre el lodo.
Van los niños descalzos…
¡Ah, tambor por qué suenas!
Van los niños descalzos…
¡Ah, clarín por qué cantas!
¿Por qué pregonan gloria, por qué hablan de futuro?
Por los niños descalzos,
por los niños desnudos,
no veo la mañana ni puedo oír la aurora.
Cuando no hay esperanza se ha perdido el camino,
cuando un pueblo desangra las bocas de los niños
mancha sus propias huellas
y mata su destino.
Van los niños descalzos…
¡Cómo tiembla el sendero!
Van regando la sombra con su alquimia de juegos.
Arriba pasan siempre las mismas golondrinas,
no hay un pájaro nuevo que nos anuncie el alba,
y allí sobre la tierra donde pasan los niños
sólo queda,
tendida,
la cicatriz del día.

ÁRBOLES EN LA TARDE
Agoniza la luz desorbitada
con estertor de plumas y ramajes,
mientras pasa una larga campanada
subrayando una plana de celajes.
Un trino que cayó desde una herida
ha quedado menudo y palpitante
como gota de música prendida
en la pausa celeste de un instante.
En torno de los árboles en llamas
el viento gira pálido de frío
haciéndole cosquillas a las ramas,
hasta que con sus manos desiguales
hace que se desboquen en un río
de rubias carcajadas vegetales.

CANTO A LA GESTACIÓN
Era tu seno, Madre…
Sumergida en tu tiempo
la sustancia inicial de mi semilla
iba abriendo un latido,
germinaba en tu pulso,
en el musgo tranquilo de tu entraña
dormitaba mi música incipiente,
mi voz de semiluna.
Era la suavidad de un mundo intacto,
de su insondable reino.
En tu esfera frutal brotaba el sueño
de mi primer raíz
y ahí sentía el transcurrir silente
de tus ríos internos,
el agitado paso de las horas
que alzaban su marea,
el entreabrirse lento y sigiloso
de invioladas corolas.
Allí mi polen claro respiraba
tu clima vegetal,
mientras jugos nutricios recorrían
mis diminutos tallos.
Era todo tranquilo…
blanda prisión, atmósfera serena,
palpitación de albúmina sensible
que recogía en ignorados cielos
su alta conjugación de mar y estrella.
Después…
el desgarrarse de tu barro,
la floración de tu dolor que alzaba
su estalactita sorda, interminable,
mientras tu hoguera triste desbordaba
llantos insospechados.
Era tu inmensidad de campo fértil,
tu surco amable en conjunción suprema
que iba rasgando su ondulante ritmo
para entregar mi brote
al mundo de la luz…

Irma Lanzas (El Salvador, 1933-2020) escritora, poeta y miembra de número de la Academia Salvadoreña de la Lengua.
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