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Primavera de Pierre-Auguste Cot |
Por: Lourdes Ferrufino
Cuando hablamos de Romanticismo no nos referimos a que te guste dedicar las canciones de Romeo Santos o las de Pablo Alborán, sino al movimiento artístico y literario del siglo XIX que tuvo gran auge en Europa y posteriormente en América Latina. A modo de repaso, recordemos algunos de los valores del movimiento: libertad, nacionalismo, naturaleza dinámica, exaltación de las emociones. Este último es el que más ha pasado a la cultura popular y, por lo general, decimos que alguien romántico es quien ama el amor, que se desvive, sufre y soporta, es decir: ama según lo aprendió de los productos culturales.
Tema universal
No hay duda: el amor es el tema predilecto para todos los géneros artísticos. Encontramos cierta belleza en los idilios que nos proponen desde las novelas sentimentales del romanticismo latinoamericano como María, la joven casta y pura que muere para desgracia del mozo Efraín (aunque habrá quien reconocerá que la novela les causó más tedio que nostalgia) hasta los programas de televisión, en el cine o la música que involucre una relación tormentosa (y casi siempre blanca y heterosexual).
La Dama de Shalott de John William Waterhouse |
La
mujer en la literatura romántica y el cine modernillo
Hay una similitud curiosa entre la representación de la mujer en la literatura romántica y el cine que se produce. En cuanto al primero, la mujer se presenta como un ser celestial, virtuoso, casto, que se entrega hasta la muerte o la locura. Es el caso de Margarita en Fausto de Goethe, que asesina accidentalmente a su madre y luego ahoga al hijo ilegítimo de Fausto. Ante la culpa, transita la locura y luego fallece. Vemos, pues, que es una idealización falaz donde la mujer puede actuar solo movida por sus emociones y despreciar las decisiones prudentes o peor aún, mostrarse como un ser que razona. Ante ello habrá quien diga: normal, es parte del espíritu del movimiento, pero estas representaciones las encontramos en el cine que usualmente consumimos, en una época donde todo el mundo es modernidad y supuestamente cuestiona.
Pensá en estas producciones: Crepúsculo, Tres metros sobre el cielo, el Stand de los besos. O si querés, recordá pelis de los noventa como she´s all that o Bridget Jones. En ellas el discurso es más o menos el mismo: no importa que el chico sea malote, que mienta sobre su identidad o ponga sus intereses sexuales por encima de todo, es el sueño de tu vida, es el amor romántico que inculcan.
Su modalidad contraria: la mujer-demonio es menos recurrente tanto en el cine o en la literatura romántica, porque buscan mantener una tradición, una visión de mundo que exalte las diferencias de género, pero a su conveniencia. No deja de ser curioso que el prototipo de mujer mala aparezca desde la biblia, pero en la modernidad cueste tanto entenderlo, pero sea bien visto en los hombres. No viene mucho al caso hablar de si la bondad es innata, aprendida o cosa de géneros. Usted tendrá su perspectiva y déjeme decirle que mucho menos llegaremos a un acuerdo de si la violencia es propia de un género u otro, tanto por biología como por asimilación social.
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The Swing Jean de Honore Fragonard |
Clichés y tonterías
Así cataloga Belanova en su tema “rosa pastel” a todo lo que entendemos por amor y sus representaciones: noviazgo, matrimonio y sexualidad. Desde luego, todo lo anterior pueden reducirse a prácticas sociales, pero consolidadas por el estatus quo. ¿Qué has decidido rechazarlas? Bien. ¿Las aceptas? igualmente bien. No tengo por qué decirte si debes casarte o ser poliamoroso. Pero sí me interesa que estos patrones de pensamiento sean más debatidos. Mencioné arriba un par de películas, chocantes o de interés personal, que pueden servir para ejemplificar por qué el mito del amor romántico es un derivado del romanticismo decimonónico. Mito por cual, la generación más joven encuentra que el comportamiento ambiguo de Edward Cullen es justificado: puedo matarte, pero te amo. Con esto no digo que la cultura de la cancelación sea la solución para todo, pero sí necesitamos prestar más atención. Reconozco que hay cierto interés por cambiar estos lastres en algunos productos culturales, pero no logran ser lo bastante críticos para reunir arte, perspectiva feminista y goce estético.
Por ahora solo tengo claro que no me siento representada por Margarita de Fausto, pero tampoco me siento a gusto con Aves de presa o las cazafantasmas, filmes que al final no logran cuestionar el discurso androcéntrico de la industria cinematográfica.
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