
Era una vez un niño
Era una vez un niño siempre solo
Entre los muros de una casa en ruinas.
Lo encontraron las voces vespertinas
Solo, en su soledad de polo a polo.
Era un estarse el niño contemplando
A medio edificar rojos ladrillos.
Fijos sus ojos al oír los grillos
En suspendido estar casi volando.
Era una querer decir sin decir nada.
Sentir crecido el corazón y mudo
Niño solo, con alma enamorada.
Era una vez el niño, aguas tranquilas,
Mirada fija, el corazón desnudo
Y toda la poesía en sus pupilas.

El último sorbo
Sobre una acera un borrachito pide
Calmar su sed, humedecer sus labios.
Pasa un cura. Lo mira. Hace resabios
Y entre dientes al diablo lo despide.
Pasa un evangelista y lo condena
A fuego más atroz que su garganta.
El hombre ya no bebe, ya no aguanta,
Traga saliva con sabor de arena.
Una niña, ¿de dónde? Nadie sabe.
Con un vaso en la mano se aproxima
Y lo introduce entre sus labios, suave.
Relámpagos. Colores… Luz en vuelo,
Subiendo en ondas de la voz que mina,
El alma del borracho sube al cielo

Literumanía
¿QuiénPregunta por mi?
Por mi casa
Y mi cama.
¡Aquí están!:
No tiene paredes
Ni techo,
Ni maderas,
Ni reposo.
Abran los armarios
Al aire,
No encontrarán
Diplomas
Copias
Ni manuscritos.
Nací con la manía de escribir,
No puedo curarme.
Literumaniático,
Voy del agua ardiente
A la muerte,
Agotando mi dolor,
Cantando.
No necesito colchas
Para calentar mis versos,
Almohadas de espuma
Para afinar el oído.
Me bastan las gradas,
El piso frío
Y la sábana de rótulos luminosos.
Siendo gusano…
Me divierto
Regalando mis alas.
Me oculto en el capullo
Y dejo volar
Engañosas mariposas.
Siendo mayúscula,
Río de ser minúscula
En escritos
Y poesías que construyo.
Nací con paludismo de escritor;
Y no me quitan la fiebre.
Ni el aralén del hambre
Ni el winasorb
Del olvido,
De quienes saben,
Mi casa no tiene techo
Ni paredes
Y, a veces
Los pulmones
Me duelen
De frío.

Sueño en vela
Vela durmiendo caminaba inquieto
por un oscuro y fúnebre camino.
Cósmico vagabundo sin destino,
miré en el fondo inmóvil mi esqueleto.
Un sol radiante iluminó el secreto
de dos lunas en cielo alabastrino.
Saltaban negros pájaros, sin trino,
por entre calaveras y amuletos.
Me sorprendió una lluvia de reptiles,
arañas y culebras mordedoras.
Y vi los rostros de ídolos pipiles.
Vino a mi mente en tan temibles horas
un nombre de mis rezos infantiles,
¡y hallé la paz de quien alegre llora!

Hay un día
Hay un día
En que se rompen las ventanas-
Hay un día
Que nos herimos un día
En que al mirar al cielo
Comprendemos
Porqué ennegrecimos
Nuestra sangre.
Y miramos
Estúpidamente ciegos
La pelota que cae
Sobre pueblos humildes
Destruyendo árboles
Ancianos y mujeres
Y niños.
***
Ulises Masís La Libertad (1925-1992)
Fue un hombre autodidacta y un obrero que se ganaba la vida pintando cervecerías, burdeles, pupilajes y salones. Llevó una vida simple, acompañado de la soledad en su vivienda ubicada en la nombrada Avenida Independencia.
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