A UN MINUTO PARA EL FIN DEL MUNDO | 5 POEMAS DE VLADIMIR AMAYA CON ILUSTRACIONES


Fruta negra

Ilustraciones: Denny Romero
Poema: Vladimir Amaya



TÚ Y YO EN UNA PROFECÍA FATAL DE NOSTRADAMUSO BABA VANGA…NO SÉ… PIÉNSALO…



A TRES MINUTOS PARA EL FIN DEL MUNDO


Que el odio no te impida sonreír.
Que mucho amor no te impida sonreírme
cuando me veas,
porque el corazón se me llenó de peces mutantes
y de niños marcianos
en esta tarde de elecciones presidenciales,
de combos familiares en los asesinatos,
y de ofertas en las verduras.


Tú que tienes por sonrisa dos lágrimas preciosas:
Sonríeme,
que el odio no te disuada,
que mucho amor no te lo niegue,
que nada frene a tus labios mostrar los labios de tu alma.


Ven,
acomoda tu corazón sobre mi pecho,
y déjame poner mi corazón en tu sonrisa.




A UN MINUTO PARA EL FIN DEL MUNDO


Quédate conmigo.


Juntos,
veamos cómo Dios se rebana las entrañas
y llueve baba de cadáveres
sobre los hombres de esta ciudad inhumana y estúpida.


Que se haga el Gran Terremoto,
que se amarguen las aguas
y suene la fanfarria de las trompetas finales.


Ven,
quédate conmigo.
Quédate en mi mano.


Presenciemos el acaparamiento y el vandalismo,
a los farsantes de último minuto que cobran por la salvación eterna.


Miremos juntos el final de este planeta.
Veamos caer los escupitajos fugaces
y pidamos un deseo,
como los enamorados que salen en las películas,
y adiós amor, hasta nuestra próxima vida.


Que tu sonrisa
sea la única pupila instaurada en mis ojos
más allá de todo tiempo
y de todo fin.


Bailando con serpientes
LA LETRINA PATRIA


No amo a mi patria, nunca la he amado.
Alfonso Kijadurías


Y tus hijos, Santa Letrina, alegres cantan.
Y tus hijos, Patria, alegres asesinan.


Nuestra esperanza es tierra de muertos.


Tirada por catorce mulas, tu geografía inconclusa
cruza el tiempo que otra historia escupió sobre tus leyes.


«No has nacido», «no existes»,
así te dicen los poetas jóvenes,
asqueados por tu función de hombres degollados;
por tus otros hombres
y sus obscenos trajes almidonados y limpios.
Lo dicen
porque otros poetas, aún más jóvenes,
dijeron: «Salve, Patria», «Dios te bendiga»,
y te construyeron un trono,
y te inventaron un enemigo;
te hicieron una canción para fechas especiales;
una oración te inventaron
para comprar blasfemias en el cielo.
Pero siempre has estado ahí:
florida en la chatarra de tu música,
en medio de las nubes venenosas al paso de las generaciones.


En mi boca, Patria, te engusanas,
y mis abuelos y mis padres te besan las rodillas.


País ridículo:
solo eres el hambre en el plato diario de los ciegos.


«No somos. No fuimos. Jamás seremos un pueblo»,
así dicen ahora los poetas más veteranos,
con tus aguas sucias mordiéndoles sus orines.
Nunca crecimos.
30 años de no crecer jamás,
200 años de mantener la estatura de un estornudo,
la intensidad de un bostezo.


Nunca crecimos.
No nos interesó en absoluto.
El cañón, la avaricia, la furia, la estupidez
fueron lo más fácil.


Te conocí en las caravanas y en los desfiles;
sobre una baraja de cicatrices neón
y vahos violentos de carne descompuesta,
Y tus muertos me dijeron cada día,
que solo eres una larga herida que no podrá sanar.
Nunca crecimos,
ni ayudamos a crecer a otros.


Como no querían que enloqueciéramos,
que no fuéramos salvajes y corruptos,
como tu abominada historia,
adulterada a cada párrafo de los años.


Cómo no querían que nos termináramos
matando frente a nuestros hijos;
que termináramos adorando a un panal
y a un hormiguero abandonados.


Gran Letrina: sangre oscura de mi sangre;
mil ojos los tuyos en las bayonetas,
mil brazos los tuyos en los proyectiles:
tu suave canción de niños grises
ha terminado por quemar mis párpados.


Eres la mitad de mi dolor: el más estúpido y el más grande.
Ni una flor podrá adornarte,
ni una palabra podrá redimirte,
ni un ave podrá embellecerte.
Ahora sólo respiro el poema de amor a mi patria exacta,
yo solo me fumo los restos
de tu hipócrita deflagración,
cada día, cuando tus muertos me dicen
que sólo eres una larga herida
que se irá abriendo con los años
hasta alcanzar a los hijos de mis hijos,
hasta los hijos de sus hijos.


Y es que la sangre: tus caminos;
el odio: tu fe;
la envidia: tu alma;
la mierda: el honor que te forjamos.
Al dolor siempre tus ilusiones.


A tus pies, Letrina,
cada atardecer nos volvió más niños, más idiotas;
nos volvió de repente a todos más ancianos.


En tu mesa, Patria, la mayoría somos perros y gatos,
los animales amaestrados de la casa.
Los payasos de tu circo.
Los esclavos para tu mercado.


Con puñaladas en el pecho despertamos para maldecirte.
Con bofetadas y palizas nos durmieron
en el pozo maléfico de tus condenados.


Cavó tumba el hijo; cavó largas tumbas el padre.


Cada uno de nosotros repudió tales agujeros
que jamás logramos llenar ni con nuestro propio sacrificio.


Cavó tumba la hija; cavó profundas tumbas la madre.


Cómo no querían que enloqueciéramos
en tu placenta emponzoñada,
en tu útero-cráneo-de-perra.
No es mentira.
Somos una gran mentira todos tus hijos, malditos huérfanos.
Sabes que no miento,
que no podría.
Que debieron hacerse los zopes del pueblo
una sopa macabra con las vísceras
de todos nuestros desaparecidos.


Sí, existes Patria, digo yo,
en un lugar donde no tenemos sitio,
en un sitio que no es nuestro lugar.
Ahí nos matamos y edificamos esos años
que aún faltan por morirnos.


La vida se ha hecho residuos de sombras en nuestras manos.


Los residuos de un corazón
se han hecho sombra de nuestras vidas.


Nuestras sombras son solo ahora
residuos de una vida en nuestros corazones.

Muerte y boca

LA ANGUSTIA DE SATANÁS


Desciendo hacia mí para quemar los días,
y comer las sobras de bestias
y de insectos en una fiesta sin invitados,
en un funeral sin muerte.


Hacia mí para llenarme con mi cadáver.
Porque debajo de mí, que es otro cielo,
crudo dios llora en la calle de mi estirpe,
y me tatúa un pájaro en cada puerta orinada
por el perro de su locura.
Duro dios consigo mismo en el fondo de mí,
junto a mí, aullando,
desgarrando el cartílago infernal de su nuez
y de su propia espera.


II


Soy un muchacho de lodo que en la luz se despedaza,
Nadie puede saber que mi corazón le escribe cartas
al mundo.


En ellas va el miedo a la noche,
la noche del miedo de estar más vivo ahora que nos matan,
ahora que no nos dejan vivir y estar más vivos por eso.


En cartas va mi corazón,
como este mundo brutal va en todas las lágrimas.


Abajo, en lo profundo,
donde aún no amanecen ni el día ni mi carne,
hacia mí voy callado,
asido de muchas voces,
ahogado voy.


Hacía mí,
como una piedra empollada por la violencia:
cansada violencia
que deja en el muro de mi frente tantos rostros sin nombres.


Hacia mí las palabras cuando al respirar
miro la ciudad desde mi ombligo.


Hacia mí
las raíces de otro yo y sus sílabas almendradas,
aún humeantes por el horno de las bocas.


Escalamos una inmensa montaña de caídas
y no se dice nada más que el frío,
nada más una ciudad que vomita sangre y niebla.
Una ciudad que nos vomita hacia nosotros.


En mí, por mí, por todos:
dios terrible todos los hombres en mí,
sin llamarme ni conocerme, para matarse.



CHASCA EN EL RÍO ACELHUATE 

                             
                             a Kimberly Palacios

Chasca era la diosa de los pescadores. Salía en la Barra de Santiago,
en las noches con luna, remando sobre una canoa blanca. La acompañaba Acayetl, su amado.
Miguel Ángel Espino

Irrepetible en su vestido de luz.

De últimas lágrimas su voz en las ondas de una húmeda herida.

Candado del mutismo
su rostro en la piedra lunar atada a su cintura.

Estrella amarga
en un discurso de vanos reflejos.

El gusano en su boca se extiende hasta parir sombras en medio de los dientes.

Donde irán sus ojos ahora,
dónde el amor en sus ojos ahora.

Los siglos han de enredársele en las trenzas sucias
                                                     que quedaron de sus peinetas vírgenes.
.
Inmóvil todavía,
su corazón es un triste inicio al final de la leyenda.

Chasca sin sonreír en su visión de peces;
dos flores mudas sus manos
en ese grito de agua turbia donde se abalanzó su cuerpo.

Jamás otro Acayetl bronceado en sus sueños.
Nunca otra melodía
para cantar en las orillas de la espuma
                                          de un nuevo mundo.

El mundo terminó aquí.

En este río muerto
la muchacha es larva de moscas.
                         
Chasca salió tarde ese viernes,
porque todos los viernes sale tarde de la universidad,
cuando en aquella desolada parada de autobuses
una mano le tapó la boca y otra apretó su garganta.

Su canoa cruza vacía sobre esas aguas pestilentes
y se aleja
ahora que levantan el cadáver.



Perro muerto come perro vivo


DICEN QUE LLEGARON…

(A PROPÓSITO DE LAS MISTERIOSAS
MUERTES DE HIPOPÓTAMOS EN LA COMARCA)


El hipopótamo Gustavito murió el 26 de febrero de 2017, según las autoridades, por las lesiones provocadas por un ataque con piedras, cuchillos y un picahielo. ... Sin embargo, la necropsia sugirió que el animal de 15 años murió en realidad por los malos tratos que recibió en el Parque Zoológico Nacional de San Salvador.
El Diario de Hoy
La muerte de “Gustavito” se convirtió en un caso que causó revuelo en todo El Salvador y el mundo, dejando en evidencia la falta de recursos del Parque Zoológico Nacional y la falta de respuesta por parte de las autoridades ante el maltrato animal.
La Prensa Gráfica


Solo conocen la crueldad en forma de picahielo
Miroslava Rosales


Escuché la noticia en la radio.
La vi en televisión.
Estaba en todos los portales de internet,
también en los periódicos,
en la boca de todas mis vecinas.


Dicen que llegaron unos hombres
(Pobre Gustavito, no los vio venir),
que eran unos fanáticos del Club Deportivo Fas, contaron;
con palos, piedras y picahielos.
Pobre Gustavito. Dicen que llegaron estos hombres a buscarlo,
porque lo creyeron seguidor del Club Deportivo Águila.


En la boca de mis vecinas.
En las primeras planas de los periódicos.
En todos los portales de internet estaba la noticia.
La vi en televisión.
La escuché en la radio.


Dicen que llegaron unos hombres,
(Pobre Gustavito, no los escuchó llegar),
que eran unos pandilleros, contaron;
con palos, piedras y picahielos.
Pobre Gustavito. Dicen que llegaron estos hombres a buscarlo,
que porque no quiso hacer de “poste”
ni mucho menos entrar en la pandilla.


Dicen que llegaron unos hombres.
Pobre Gustavito, que dormido dicen que dijeron que estaba
y no los escuchó llegar por eso,
que eran unos pandilleros, contaron,
(los otros, para que me entiendas)
le cayeron a palos, a piedras y a picahielos,
Pobre Gustavito. Dicen que llegaron estos hombres a buscarlo,
que por problemas de dinero,
que fue porque no quiso entregarles “la renta”.


En la boca de todas mis vecinas.
En los periódicos.
En todos los portales de internet.
En la televisión.
En la radio estaba la noticia.


Dicen que llegaron unos hombres
¡Pobre Gustavito!
que estaba en la pileta, dijeron unos,
que estaba comiendo en ese momento, contaron otros,
que no los vio llegar por eso;
que eran unos políticos de oposición, relataron,
con palos, piedras y picahielos.
Pobre Gustavito. Dicen que llegaron estos hombres a buscarlo,
porque lo creían militante del partido del presidente.


Dicen que llegaron unos hombres,
eran unos evangélicos,
que porque creían que Gustavito era católico;
pero dicen unos que esos hombres eran católicos
y creían que Gustavito era ateo;
pero dicen otros que esos hombres eran ateos
y habían llegado con palos, picahielos y piedras
porque creían que Gustavito era un monje tibetano.


Dicen que dijeron que llegaron unos hombres
con picahielos, piedras y palos,
que porque Gustavito era diferente,
que le gustaba otro macho
y de otra especie;
hay quienes dicen que se suicidó
porque fue víctima del bullying de las ardillas y las suricatas,
que no soportó las burlas por su sobrepeso.
Dicen que llegaron unos hombres,
que eran unos policías, dijeron,
que lo torturaron con descargas eléctricas y patadas;
que fue porque no les quiso dar “la mordida”,
que en su reserva de zacate le pusieron marihuana,
y por eso lo vapulearon.


Que dicen que dijeron
que fue por un lío de faldas, de escamas o de plumas.
Que fue por una mala noche de copas con los monos.
Que fue por intolerancia la paliza,
que dicen que dijeron
que fue un “ajuste de cuentas”
por parte del búfalo de agua.


Dicen que dijeron que llegaron unos hombres;
otros, afirman que fueron unos marcianos;
unos pocos, que fue un gremio de vendedores informales.
Hasta hay quienes afirman que fue un sindicato
de doctores distinguidos y de maestros ilustres.
Otros dicen que les contaron
que fue una turba de estudiantes,
un contingente de pseudofeministas,
una cuadrilla de niños exploradores.


Sin embargo, alguien me dijo
que dice que dijeron que habían dicho:
que llegaron unas mujeres,
unos niños,
unos hombres,
todos ordinarios,
que mataron al hipopótamo
con sus mugrosas lágrimas de cocodrilo.


Llegaron con picahielos,
moralismos de manual,
palos, conciencias simuladas
y piedras para el tiro al blanco.


Esa es la única versión que reconozco de los hechos.


Podemos ya declararnos culpables de todo, todos,
y empezar a comprar en los mercados
carne de hipopótamo para alimentar a nuestros hijos.

Retrato de Vladimir.

Vladimir Amaya San Salvador, el 18 de agosto de 1985. Licenciado en Letras, graduado por la Universidad de El Salvador (UES). Fue miembro fundador del ya extinto taller Literario El Perro Muerto.

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