
Fruta negra
Ilustraciones: Denny Romero
Poema: Vladimir Amaya
TÚ Y YO EN UNA PROFECÍA FATAL DE NOSTRADAMUSO BABA VANGA…NO SÉ… PIÉNSALO…
A
TRES MINUTOS PARA EL FIN DEL MUNDO
Que
el odio no te impida sonreír.
Que
mucho amor no te impida sonreírme
cuando
me veas,
porque
el corazón se me llenó de peces mutantes
y
de niños marcianos
en
esta tarde de elecciones presidenciales,
de
combos familiares en los asesinatos,
y
de ofertas en las verduras.
Tú
que tienes por sonrisa dos lágrimas preciosas:
Sonríeme,
que
el odio no te disuada,
que
mucho amor no te lo niegue,
que
nada frene a tus labios mostrar los labios de tu alma.
Ven,
acomoda
tu corazón sobre mi pecho,
y
déjame poner mi corazón en tu sonrisa.
A
UN MINUTO PARA EL FIN DEL MUNDO
Quédate
conmigo.
Juntos,
veamos
cómo Dios se rebana las entrañas
y
llueve baba de cadáveres
sobre
los hombres de esta ciudad inhumana y estúpida.
Que
se haga el Gran Terremoto,
que
se amarguen las aguas
y
suene la fanfarria de las trompetas finales.
Ven,
quédate
conmigo.
Quédate
en mi mano.
Presenciemos
el
acaparamiento
y
el vandalismo,
a
los farsantes de último minuto que cobran por la salvación eterna.
Miremos
juntos el final de este planeta.
Veamos
caer los escupitajos fugaces
y
pidamos un deseo,
como
los enamorados que salen en las películas,
y
adiós amor, hasta nuestra próxima vida.
Que
tu sonrisa
sea
la única pupila instaurada en mis ojos
más
allá de todo tiempo
y
de todo fin.

Bailando con serpientes
LA
LETRINA PATRIA
No
amo a mi patria, nunca la he amado.
Alfonso
Kijadurías
Y
tus hijos, Santa Letrina, alegres cantan.
Y
tus hijos, Patria, alegres asesinan.
Nuestra
esperanza es tierra de muertos.
Tirada
por catorce mulas, tu geografía inconclusa
cruza
el tiempo que otra historia escupió sobre tus leyes.
«No
has nacido», «no existes»,
así
te dicen los poetas jóvenes,
asqueados
por tu función de hombres degollados;
por
tus otros hombres
y
sus obscenos trajes almidonados y limpios.
Lo
dicen
porque
otros poetas, aún más jóvenes,
dijeron:
«Salve, Patria», «Dios te bendiga»,
y
te construyeron un trono,
y
te inventaron un enemigo;
te
hicieron una canción para fechas especiales;
una
oración te inventaron
para
comprar blasfemias en el cielo.
Pero
siempre has estado ahí:
florida
en la chatarra de tu música,
en
medio de las nubes venenosas al paso de las generaciones.
En
mi boca, Patria, te engusanas,
y
mis abuelos y mis padres te besan las rodillas.
País
ridículo:
solo
eres el hambre en el plato diario de los ciegos.
«No
somos. No fuimos. Jamás seremos un pueblo»,
así
dicen ahora los poetas más veteranos,
con
tus aguas sucias mordiéndoles sus orines.
Nunca
crecimos.
30
años de no crecer jamás,
200
años de mantener la estatura de un estornudo,
la
intensidad de un bostezo.
Nunca
crecimos.
No
nos interesó en absoluto.
El
cañón, la avaricia, la furia, la estupidez
fueron
lo más fácil.
Te
conocí en las caravanas y en los desfiles;
sobre
una baraja de cicatrices neón
y
vahos violentos de carne descompuesta,
Y
tus muertos me dijeron cada día,
que
solo eres una larga herida que no podrá sanar.
Nunca
crecimos,
ni
ayudamos a crecer a otros.
Como
no querían que enloqueciéramos,
que
no fuéramos salvajes y corruptos,
como
tu abominada historia,
adulterada
a cada párrafo de los años.
Cómo
no querían que nos termináramos
matando
frente a nuestros hijos;
que
termináramos adorando a un panal
y
a un hormiguero abandonados.
Gran
Letrina: sangre oscura de mi sangre;
mil
ojos los tuyos en las bayonetas,
mil
brazos los tuyos en los proyectiles:
tu
suave canción de niños grises
ha
terminado por quemar mis párpados.
Eres
la mitad de mi dolor: el más estúpido y el más grande.
Ni
una flor podrá adornarte,
ni
una palabra podrá redimirte,
ni
un ave podrá embellecerte.
Ahora
sólo respiro el
poema de amor
a mi patria
exacta,
yo
solo me fumo los restos
de
tu hipócrita deflagración,
cada
día, cuando tus muertos me dicen
que
sólo eres una larga herida
que
se irá abriendo con los años
hasta
alcanzar a los hijos de mis hijos,
hasta
los hijos de sus hijos.
Y
es que la sangre: tus caminos;
el
odio: tu fe;
la
envidia: tu alma;
la
mierda: el honor que te forjamos.
Al
dolor siempre tus ilusiones.
A
tus pies, Letrina,
cada
atardecer nos volvió más niños, más idiotas;
nos
volvió de repente a todos más ancianos.
En
tu mesa, Patria, la mayoría somos perros y gatos,
los
animales amaestrados de la casa.
Los
payasos de tu circo.
Los
esclavos para tu mercado.
Con
puñaladas en el pecho despertamos para maldecirte.
Con
bofetadas y palizas nos durmieron
en
el pozo maléfico de tus condenados.
Cavó
tumba el hijo; cavó largas tumbas el padre.
Cada
uno de nosotros repudió tales agujeros
que
jamás logramos llenar ni con nuestro propio sacrificio.
Cavó
tumba la hija; cavó profundas tumbas la madre.
Cómo
no querían que enloqueciéramos
en
tu placenta emponzoñada,
en
tu útero-cráneo-de-perra.
No
es mentira.
Somos
una gran mentira todos tus hijos, malditos huérfanos.
Sabes
que no miento,
que
no podría.
Que
debieron hacerse los zopes del pueblo
una
sopa macabra con las vísceras
de
todos nuestros desaparecidos.
Sí,
existes Patria, digo yo,
en
un lugar donde no tenemos sitio,
en
un sitio que no es nuestro lugar.
Ahí
nos matamos y edificamos esos años
que
aún faltan por morirnos.
La
vida se ha hecho residuos de sombras en nuestras manos.
Los
residuos de un corazón
se
han hecho sombra de nuestras vidas.
Nuestras
sombras son solo ahora
residuos
de una vida en nuestros corazones.

Muerte y boca
LA
ANGUSTIA DE SATANÁS
Desciendo
hacia mí para quemar los días,
y
comer las sobras de bestias
y
de insectos en una fiesta sin invitados,
en
un funeral sin muerte.
Hacia
mí para llenarme con mi cadáver.
Porque
debajo de mí, que es otro cielo,
crudo
dios llora en la calle de mi estirpe,
y
me tatúa un pájaro en cada puerta orinada
por
el perro de su locura.
Duro
dios consigo mismo en el fondo de mí,
junto
a mí, aullando,
desgarrando
el cartílago infernal de su nuez
y
de su propia espera.
II
Soy
un muchacho de lodo que en la luz se despedaza,
Nadie
puede saber que mi corazón le escribe cartas
al
mundo.
En
ellas va el miedo a la noche,
la
noche del miedo de estar más vivo ahora que nos matan,
ahora
que no nos dejan vivir y estar más vivos por eso.
En
cartas va mi corazón,
como
este mundo brutal va en todas las lágrimas.
Abajo,
en lo profundo,
donde
aún no amanecen ni el día ni mi carne,
hacia
mí voy callado,
asido
de muchas voces,
ahogado
voy.
Hacía
mí,
como
una piedra empollada por la violencia:
cansada
violencia
que
deja en el muro de mi frente tantos rostros sin nombres.
Hacia
mí las palabras cuando al respirar
miro
la ciudad desde mi ombligo.
Hacia
mí
las
raíces de otro yo y sus sílabas almendradas,
aún
humeantes por el horno de las bocas.
Escalamos
una inmensa montaña de caídas
y
no se dice nada más que el frío,
nada
más una ciudad que vomita sangre y niebla.
Una
ciudad que nos vomita hacia nosotros.
En
mí, por mí, por todos:
dios
terrible todos los hombres en mí,
sin
llamarme ni conocerme, para matarse.

CHASCA EN EL RÍO ACELHUATE
a Kimberly Palacios
Chasca era la diosa de los pescadores. Salía en la Barra de Santiago,
en las noches con luna, remando sobre una canoa blanca. La acompañaba Acayetl, su amado.
Miguel Ángel Espino
Irrepetible en su vestido de luz.
De últimas lágrimas su voz en las ondas de una húmeda herida.
Candado del mutismo
su rostro en la piedra lunar atada a su cintura.
Estrella amarga
en un discurso de vanos reflejos.
El gusano en su boca se extiende hasta parir sombras en medio de los dientes.
Donde irán sus ojos ahora,
dónde el amor en sus ojos ahora.
Los siglos han de enredársele en las trenzas sucias
que quedaron de sus peinetas vírgenes.
.
Inmóvil todavía,
su corazón es un triste inicio al final de la leyenda.
Chasca sin sonreír en su visión de peces;
dos flores mudas sus manos
en ese grito de agua turbia donde se abalanzó su cuerpo.
Jamás otro Acayetl bronceado en sus sueños.
Nunca otra melodía
para cantar en las orillas de la espuma
de un nuevo mundo.
El mundo terminó aquí.
En este río muerto
la muchacha es larva de moscas.
Chasca salió tarde ese viernes,
porque todos los viernes sale tarde de la universidad,
cuando en aquella desolada parada de autobuses
una mano le tapó la boca y otra apretó su garganta.
Su canoa cruza vacía sobre esas aguas pestilentes
y se aleja
ahora que levantan el cadáver.

Perro muerto come perro vivo
DICEN QUE LLEGARON…
(A
PROPÓSITO DE LAS MISTERIOSAS
MUERTES
DE HIPOPÓTAMOS EN LA COMARCA)
El
hipopótamo Gustavito murió el 26 de febrero de 2017, según las
autoridades, por las lesiones provocadas por un ataque con piedras,
cuchillos y un picahielo. ... Sin embargo, la necropsia sugirió que
el animal de 15 años murió en realidad por los malos tratos que
recibió en el Parque Zoológico Nacional de San Salvador.
El
Diario de Hoy
La
muerte de “Gustavito” se convirtió en un caso que causó revuelo
en todo El Salvador y el mundo, dejando en evidencia la falta de
recursos del Parque Zoológico Nacional y la falta de respuesta por
parte de las autoridades ante el maltrato animal.
La
Prensa Gráfica
Solo
conocen la crueldad en forma de picahielo
Miroslava
Rosales
Escuché
la noticia en la radio.
La
vi en televisión.
Estaba
en todos los portales de internet,
también
en los periódicos,
en
la boca de todas mis vecinas.
Dicen
que llegaron unos hombres
(Pobre
Gustavito, no los vio venir),
que
eran unos fanáticos del Club Deportivo Fas, contaron;
con
palos, piedras y picahielos.
Pobre
Gustavito. Dicen que llegaron estos hombres a buscarlo,
porque
lo creyeron seguidor del Club Deportivo Águila.
En
la boca de mis vecinas.
En
las primeras planas de los periódicos.
En
todos los portales de internet estaba la noticia.
La
vi en televisión.
La
escuché en la radio.
Dicen
que llegaron unos hombres,
(Pobre
Gustavito, no los escuchó llegar),
que
eran unos pandilleros, contaron;
con
palos, piedras y picahielos.
Pobre
Gustavito. Dicen que llegaron estos hombres a buscarlo,
que
porque no quiso hacer de “poste”
ni
mucho menos entrar en la pandilla.
Dicen
que llegaron unos hombres.
Pobre
Gustavito, que dormido dicen que dijeron que estaba
y
no los escuchó llegar por eso,
que
eran unos pandilleros, contaron,
(los
otros, para que me entiendas)
le
cayeron a palos, a piedras y a picahielos,
Pobre
Gustavito. Dicen que llegaron estos hombres a buscarlo,
que
por problemas de dinero,
que
fue porque no quiso entregarles “la
renta”.
En
la boca de todas mis vecinas.
En
los periódicos.
En
todos los portales de internet.
En
la televisión.
En
la radio estaba la noticia.
Dicen
que llegaron unos hombres
¡Pobre
Gustavito!
que
estaba en la pileta, dijeron unos,
que
estaba comiendo en ese momento, contaron otros,
que
no los vio llegar por eso;
que
eran unos políticos de oposición, relataron,
con
palos, piedras y picahielos.
Pobre
Gustavito. Dicen que llegaron estos hombres a buscarlo,
porque
lo creían militante del partido del presidente.
Dicen
que llegaron unos hombres,
eran
unos evangélicos,
que
porque creían que Gustavito era católico;
pero
dicen unos que esos hombres eran católicos
y
creían que Gustavito era ateo;
pero
dicen otros que esos hombres eran ateos
y
habían llegado con palos, picahielos y piedras
porque
creían que Gustavito era un monje tibetano.
Dicen
que dijeron que llegaron unos hombres
con
picahielos, piedras y palos,
que
porque Gustavito era diferente,
que
le gustaba otro macho
y
de otra especie;
hay
quienes dicen que se suicidó
porque
fue víctima del bullying
de
las ardillas y las suricatas,
que
no soportó las burlas por su sobrepeso.
Dicen
que llegaron unos hombres,
que
eran unos policías, dijeron,
que
lo torturaron con descargas eléctricas y patadas;
que
fue porque no les quiso dar “la
mordida”,
que
en su reserva de zacate le pusieron marihuana,
y
por eso lo vapulearon.
Que
dicen que dijeron
que
fue por un lío de faldas, de escamas o de plumas.
Que
fue por una mala noche de copas con los monos.
Que
fue por intolerancia la paliza,
que
dicen que dijeron
que
fue un “ajuste de cuentas”
por
parte del búfalo de agua.
Dicen
que dijeron que llegaron unos hombres;
otros,
afirman que fueron unos marcianos;
unos
pocos, que fue un gremio de vendedores informales.
Hasta
hay quienes afirman que fue un sindicato
de
doctores distinguidos y de maestros ilustres.
Otros
dicen que les contaron
que
fue una turba de estudiantes,
un
contingente de pseudofeministas,
una
cuadrilla de niños exploradores.
Sin
embargo, alguien me dijo
que
dice que dijeron que habían dicho:
que
llegaron unas mujeres,
unos
niños,
unos
hombres,
todos
ordinarios,
que
mataron al hipopótamo
con
sus mugrosas lágrimas de cocodrilo.
Llegaron
con picahielos,
moralismos
de manual,
palos,
conciencias simuladas
y
piedras para el tiro al blanco.
Esa
es la única versión que reconozco de los hechos.
Podemos
ya declararnos culpables de todo, todos,
y
empezar a comprar en los mercados
carne
de hipopótamo para alimentar a nuestros hijos.

Retrato de Vladimir.
Vladimir Amaya San Salvador, el 18 de agosto de 1985. Licenciado en Letras, graduado por la Universidad de El Salvador (UES). Fue miembro fundador del ya extinto taller Literario El Perro Muerto.
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